“Extrema tensión ambiental”. Esta es la frase que mejor define la situación ecológica de Tiscapa, aseguró el director del Centro para la Investigación de los Recursos Acuáticos (CIRA), Salvador Montenegro.
“Nada de lo que hagan va a servir si no se invierte en retirar su principal fuente de contaminación”, añadió el especialista.
Desde hace cuatro décadas Tiscapa es depositaria de una parte importante de los desperdicios líquidos y sólidos que bajan desde el sur de Managua.
En los últimos diez años la Alcaldía intentó retener los desechos líquidos poniendo mallas en el agua, realizando limpiezas, instalando sistemas de oxigenación, rejillas en el cauce, y hasta una micropresa. Pero nada valió.
Montenegro comparó la historia de Tiscapa con la de Prometeo, el Titán de la mitología griega que, por robar el fuego, fue condenado por el dios Zeus a que un águila se le comiera el hígado, mismo que se le regeneraba cada noche, para que el ave volviera a comer, hasta la eternidad.
“Ninguna medida que se tome en Tiscapa va a resultar (viable) si continúa conectada con la red que lleva residuos y desperdicios”, señaló.
UNA ISLA NEFASTA
Parte del drama de Tiscapa es la isla de sedimentos y basura que tiene en su costado este.
Arriba solo se observa la punta de la isla, algo menor que una hectárea. Pero es una mole si se sacara del fondo, sería tan grande como un edificio de diez pisos de altura.
DOS LAGUNAS EN UNA
Toda esa suciedad crea un desbalance químico que el cuerpo de agua no resiste, aseguró Montenegro. Esto se debe a que “Tiscapa son dos lagunas, una sobre otra. Arriba hay peces, tortugas, algas, no mide más de diez metros. Abajo es oscura, sin oxígeno, maloliente”, dijo.
Esta característica es natural, según el especialista, pero sufre descontrol cuando recibe más desechos de los que puede soportar.
En otras palabras, Tiscapa puede procesar sin problemas los desperdicios de la naturaleza, pero no los de la gente.
Por esta razón es que la basura, que recibe desde el siglo pasado, hizo de esta un sitio apto solo para verla de lejos.
Para Montenegro, Tiscapa tiene una última carta por jugar: su valor económico. Pero no servirá con el cauce ahí.
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