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Sirios que viven en Egipto protestan en El Cairo en apoyo a la oposición en su país. LA PRENSA/AFP/KHALED DESOUKI

Maquinaria de propaganda invade Siria

El régimen sirio desplegó como nunca antes todos los recursos de su maquinaria de propaganda para desacreditar al movimiento de protesta y lanzar un mensaje claro: o el presidente Bashar Al Asad o el caos.

 

 

DAMASCO/AFP

El régimen sirio desplegó como nunca antes todos los recursos de su maquinaria de propaganda para desacreditar al movimiento de protesta y lanzar un mensaje claro: o el presidente Bashar Al Asad o el caos.

“Sí a la estabilidad, no al caos” y “Libertad no es sabotaje”, con esos mensajes divulgados en paneles callejeros, en las redes sociales como Facebook y Twitter y en anuncios televisivos, el poder declaró una guerra sin cuartel a los manifestantes que desde el 15 de marzo se oponen al régimen.

“El mensaje de nuestra campaña es simple: la palabra +libertad+ utilizada por los manifestantes no es la verdadera libertad“, asegura Chaza Ferzli, de 33 años, encargada del proyecto en United Group (UG), la mayor compañía de publicidad y de prensa del país.

Allá donde se mire en Damasco, hay un ‘eslogan’. En los edificios, las paradas de autobús y los transportes en común, las autoridades apelan a la “unidad nacional” y a la “coexistencia entre comunidades”, junto a retratos del “líder Bashar”.

Una pancarta que supuestamente debe inspirar temor muestra escenas de destrucción, junto al texto “no a las a disensiones”. Al lado, la imagen de una iglesia y una mezquita, con la consigna “sí a la coexistencia”.

En este país multiconfesional, el régimen quiere instaurar la idea de que los manifestantes son extremistas que quieren romper la armonía reinante.

Para dar la impresión de que la patria está en peligro, la televisión de Estado divulga regularmente ‘spots’ glorificando al país, con los mensajes “Siria querida”, y exhibe imágenes de lugares turísticos. Para hablar de los manifestantes, el poder utiliza términos peyorativos como “irhabiin” (terroristas), “ma’jurin” (mercenarios) o “mundasin” (complotadores).

Los partidarios del presidente sirio también saben, como sus adversarios, utilizar nuevas tecnologías. En un barrio residencial de Damasco, Ammar Ismail y Georges Chaoui libran una guerra sin cuartel en Facebook y Twitter contra la página “Syrian revolution 2011“, lanzada por jóvenes antirrégimen. Principal objetivo: desacreditar al campo adversario destacando sus “mentiras” y denunciar la cobertura de las cadenas árabes por satélite como Al Jazeera, la bestia negra de las autoridades sirias.

Por su lado, los opositores, que difunden cada día decenas de vídeos retomados en todo el mundo, acusan a los pro-régimen de fabricar falsas imágenes para desacreditarlos.

En un país que prohíbe a la casi totalidad de los periodistas extranjeros que venga a cubrir los acontecimientos, impera la ciber-guerra en YouTube entre leales y opuestos al régimen, en el poder desde 1963.

Todas las tretas están permitidas, como el ‘hacking’ y las masivas campañas de denuncia que incitan a Facebook y Twitter a cerrar las páginas de unos y otros.

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