Este martes por la tarde se realizará en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica (INCH), en Managua, un conversatorio sobre “La importancia de la cultura en el desarrollo económico de Nicaragua”. El evento es organizado por el INCH junto con el Centro Cultural de España en Nicaragua (CCEN) y el Foro Nicaragüense de Cultura (FNC), apoyados por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), y están invitados a participar “los promotores de cultura, turismo, economía y planificación, además de los directivos de diferentes cámaras y organizaciones empresariales, estudiantes universitarios, economistas, representantes de industrias culturales en sectores creativos, periodistas y amantes de la cultura en general”, según informó ayer LA PRENSA.
El objetivo de los organizadores de este foro sobre cultura y desarrollo económico, “es sensibilizar a la empresa privada para que apoye al desarrollo cultural del país y a la sociedad, para que valore la cultura como un factor de identidad”, declaró a LA PRENSA la poetisa Vidaluz Meneses, quien es una de sus promotoras junto con los también creadores culturales nicaragüenses, Rossana Lacayo, Margarita Argüello, Amelia Barahona y Rafael Vargarruiz.
“Frecuentemente se realizan actividades culturales, donde las ganancias que generan nunca son medidas, por lo tanto aún no se sabe el impacto que existe en el desarrollo económico del país”, dicen los organizadores del conversatorio. Y añaden que actualmente “se estima que la cultura representa el 7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) a nivel mundial, según la UNCTAD (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo), sin embargo en Nicaragua no existen datos que indiquen de manera clara la importancia de la cultura en los procesos de desarrollo”.
En respaldo de lo dicho por los promotores del conversatorio cultural de hoy, cabe mencionar que en junio de 2004 la Organización de Estados Americanos (OEA) elaboró un documento de base para la Segunda Reunión Interamericana de Ministros y Máximas Autoridades de Cultura, cuyo Tema I era “La cultura como generadora de crecimiento económico, empleo y desarrollo”. En ese documento se señaló que “en el continente americano se han elaborado estudios que reconocen la dimensión económica del sector cultural, midiendo el impacto que este tiene sobre el Producto Interno Bruto de los países y sobre el empleo”. Sin embargo, en el cuadro estadístico que se ofreció en aquel informe sobre el aporte del sector cultural al PIB se mencionaron solo datos de Argentina, donde en 1993 y 1994 era de 4.1 por ciento; Brasil, con 6.7 por ciento en 1998; Colombia, 2.01 por ciento en 2001; Chile, 2 por ciento en promedio de 1990 hasta 1998; Ecuador, 1.79 por ciento en 2001; Estados Unidos, 7.75 por ciento en 2001; Paraguay, 1 por ciento en promedio de 1995 a 1999; Uruguay, 6 por ciento en 1997; y Venezuela, con 2.3 por ciento en el año 2001. No se mencionó cuál es el aporte del sector cultural al PIB en Nicaragua.
En aquel documento de la OEA —una asociación de gobiernos que produce excelentes documentos pero sus actuaciones son deplorables, sobre todo cuando se trata de defender la democracia, la libertad y los intereses materiales de los pueblos de las Américas—, se consignó que el aporte de la cultura al desarrollo requiere de dos condiciones fundamentales, cuales son la equidad y la libertad. Condiciones que por supuesto no existen en países gobernados por caudillos autoritarios, y por eso mismo incultos y enemigos de la cultura democrática, como es el caso de Nicaragua, donde lo que promueve el gobierno es una contra cultura panfletaria y alienante, para lavar el cerebro de las personas y mantenerlas sometidas al régimen.
Pero la cultura no solo debe aportar al desarrollo económico. También y ante todo tiene que contribuir a la construcción de ciudadanía en base a los valores y principios de la libertad y la democracia. O sea que se debe promover una cultura que contribuya a la producción y el aumento del empleo, pero también debe formar personas verdaderamente cultas y, por lo tanto, libres e independientes.
En realidad, no fue por casualidad que en el documento de la OEA antes mencionado se señala que la inversión privada en cultura como contraparte de la financiación pública, asegura la sustentabilidad de las empresas culturales (y) garantiza la independencia de la creación cultural. De manera que es correcto y necesario que los promotores culturales motiven a la empresa privada a brindar un mayor apoyo al desarrollo de la cultura nacional.
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