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Estafas masivas en Nicaragua

Solo iba a pagar dos mil dólares por un carro pequeño pero bonito y nuevo. Su verdadero precio era de ocho mil dólares, pero los otros seis mil se pagarían con la publicidad que cargaría el propio carro. Rigoberto Rojas Vanegas sentía que estaba haciendo el negocio de su vida.

Por Eduardo Cruz.- Solo iba a pagar dos mil dólares por un carro pequeño pero bonito y nuevo. Su verdadero precio era de ocho mil dólares, pero los otros seis mil se pagarían con la publicidad que cargaría el propio carro. Rigoberto Rojas Vanegas sentía que estaba haciendo el negocio de su vida.

El 10 de febrero del año 2010 ese negocio le sabía muy amargo. Entregó los dos mil dólares a una empresa que se llamaba Marca Móvil, pero nunca logró sentarse dentro del carro, sino que ese día estaba en una sala de los Juzgados de Managua declarando en contra de un supuesto mexicano que nunca supo cómo se llamaba en realidad, pero sí que se le llevó sus dos mil dólares junto al dinero de más de dos mil personas.

Rojas Vanegas comenzó a declarar ante la autoridad judicial con la certeza de que había sido estafado. “Fui estafado”, fue lo primero que dijo.

En julio del 2010 había entregado los dos mil dólares a una de las empleadas de Marca Móvil, a la que identificó como Stefany, pero no le entregaron el carro, solo la promesa de que se lo iban a dar en pocos días. Esos pocos días se hicieron eternos.

“Ya me comenzaba a chiviar”, relató el hombre.

Muy tarde empezó a sospechar porque en esos días de espera fue cuando explotó la noticia. Todo era una farsa. Nunca iba a recibir el carro porque el mexicano dueño de la empresa, Jorge Tirado Chávez, no se llamaba así y ya había salido del país llevándose más de 28 millones de córdobas, dinero que había obtenido de Rojas Vanegas y de otros dos mil nicaragüenses que cayeron víctimas del engaño de la falsa empresa y del falso inversionista, vendedor de ilusiones.

No solo había sido gente de escasos recursos la que había sucumbido ante los cantos de sirena de Marca Móvil, sino también personas profesionales y de recursos, como el dueño de un autolote, Félix Alaniz.

Alaniz recuerda bien cuando un cliente le habló por primera vez del falso negocio. El cliente le contó que había comprado una moto a bajo precio, 300 dólares, y que donde la compró también iban a vender carros. Fue así como Alaniz entregó dos mil dólares por un carro Suzuki Alto, placas M 137 016, color azul. Tuvo la suerte en ese momento que se lo entregaron y como seis meses lo disfrutó, aunque cada mes pagaba un chofer para que lo llevara a servir como soporte de publicidad.

Un día la Policía llegó a su autolote y se le llevó el carro para ponerlo a la orden de una juez. Aún no se lo han devuelto porque el supuesto mexicano anda huyendo y mientras no se cierre el caso judicialmente, no se puede devolver nada de lo que la Policía ocupó en las investigaciones.

“Yo no tengo culpa (de la estafa a otros que no recibieron carros ni motos), a mí me lo tienen que devolver”, dice esperanzado Alaniz.

¿Cómo el dueño de un autolote no se percató que todo era falso?

“Yo lo vi raro, pero yo corrí el riesgo, mucha gente corrió el riesgo”, se defiende Alaniz, y medio descarga su responsabilidad en las autoridades del país. “Aquí lo que hace falta es supervisión. ¿Cómo puede una empresa así a operar sin que tenga respaldo para sus clientes?”, alega.

La experiencia que le quedó a Alaniz es ser más cuidadoso en el futuro cuando le ofrezcan negocios en los que aparentemente saldrá con buenas ganancias o adquirirá buenos artículos a bajo costo. Pero no deja de criticar a la Policía, de la cual dice que nunca debió llevársele su carro, sino dejárselo en depósito.

A casos como el de Marca Móvil se les conoce como estafas masivas o en serie porque afecta a una gran cantidad de personas. También se les llama estafa piramidal porque se basa en que los primeros participantes refieran a más clientes con el objetivo de que los nuevos participantes produzcan beneficios a los participantes originales. El nombre de pirámide se da porque se requiere que el número de participantes nuevos sean más que los existentes.

Antes del caso Marca Móvil ya había ocurrido otra gran estafa piramidal conocida como “El caso Agave Azul”.

Agave Azul operaba en Nicaragua bajo la fachada de una comercializadora internacional de tequila.

Inscribirse como promotor costaba 30 dólares y por cada 100 dólares que aportaba cada promotor, en calidad de “compra adelantada” de tequila recibía mensualmente 15 dólares.

La empresa fue cerrada por decisión de la Superintendencia de Bancos y el método que utilizó para engañar a sus víctimas es el ya referido sistema piramidal. Un promotor invertía 100 dólares y ganaba el 15 por ciento en comisiones, y si reclutaba a otro promotor ganaba un porcentaje mayor.

Carlos Espinales, una de las víctimas, había ahorrado 10 mil dólares durante gran parte de su vida. Lo perdió todo. Cuando en el proceso judicial del caso se paró frente al tribunal de jurado dijo que hasta comisionados de la Policía habían caído en el engaño de Agave Azul.

La ilusión de ganar mucho dinero de manera fácil con Agave Azul afectó a un total de dos mil 547 nicaragüenses.

Como si de las experiencias ajenas no se aprende, poco después del caso Agave Azul se conoció en el país de otro caso de estafa masiva. Se trató de Aeronic, una supuesta línea aérea con la que al menos 150 personas fueron estafadas con la compra de acciones de la empresa de aviación.

Un maestro de secundaria, Zamar Antonio Murillo Vanegas, en una ocasión vio en el Canal 8 de televisión un spot publicitario en el que se invitaba a ser parte de una aerolínea y también se podían comprar acciones para ser dueño de dicha empresa.

La esperanza de obtener buenos ingresos lo llevó a llegar hasta Aeronic, la supuesta empresa que hasta ofertaba cursos de piloto y aeromoza. Allí conoció al peruano Juan Orestes Ramírez Lazo, a quien le compró dos acciones en 300 dólares. Pocos días después, un amigo le avisó a Murillo Vanegas que el dinero que había invertido en la aerolínea ya no existía y que al peruano se lo habían llevado preso.

El peruano Ramírez Lazo está preso, pero en el caso de Agave Azul, el principal responsable, el supuesto mexicano Óscar Arturo Del Valle Rodríguez, huyó. Al igual que con Tirado Chávez, el de Marca Móvil, las autoridades consideran que el nombre de Del Valle es falso.

La sensación de que en Nicaragua los delincuentes se pasean ante la vista gorda de las autoridades, como ratones ante perezosos gatos, es latente entre las víctimas de los extranjeros que vienen al país, cometen sus fechorías y luego huyen sin que nadie los detenga y sean castigados.

El fiscal de la Unidad Anticorrupción y Crimen Organizado del Ministerio Público, Rodrigo Zambrana, asegura que las autoridades sí funcionan en este tipo de casos, pero el problema es que los delincuentes extranjeros huyen del país, inclusive antes de que inicie el proceso investigativo de la Policía en el caso.

La Fiscalía siempre acusa, pero cuando lo hace ya los estafadores principales salieron del país y la captura con órdenes judiciales se hace difícil porque los delincuentes utilizan falsos pasaportes y falsas identidades.

El experto en Derecho Mercantil, Ramfis Muñoz, explicó que los casos de estafa piramidal son más difíciles de investigar que las sencillas, o los casos de droga, por ejemplo, porque se trata de descifrar maniobras de carácter financiero, contables y el proceso es más extenso.

A eso se suma que el nuevo Código Procesal Penal (CPP), a juicio de Muñoz, en la parte previa de la investigación vuelve más lento el proceso, hay que documentar más y todo eso da margen para que huyan los delincuentes. “El proceso investigativo debe ser más ágil”, critica.

Los delincuentes que se aventuran a realizar este tipo de estafas son muy astutos, asegura el fiscal Zambrana. El perjuicio lo causan de la forma más rápida y luego alzan vuelo.

Se han presentado casos en que las estafas masivas son perpetradas solo por nicaragüenses. Tal es el caso ocurrido en Ocotal, Nueva Segovia, donde en mayo del 2007 se produjo una estafa con un falso curso de inglés.

El delito se cometió a través de una supuesta Academia Nicaragüense de Bilingüe School Fe y Alegría, mediante la cual dos sujetos matricularon a varios jóvenes y padres de familia de varios municipios neosegovianos, pero se quedaron con el dinero de la inscripción y nunca impartieron el curso.

Las formas de operar cambian constantemente. En ocasiones utilizan mensajes enviados a los teléfonos celulares de las víctimas, en donde por ejemplo les anuncian que son ganadores de una camioneta y que para obtener el premio solo tienen que pagar el transporte y para ello tienen que depositar 500 dólares en una cuenta bancaria. Al final no hay ningún premio.

Otras veces utilizan la internet, de la misma manera que los mensajes a teléfonos celulares, pero Muñoz cree que en Nicaragua todavía no está muy desarrollada la comercialización por internet.

En la actualidad la Policía de Nicaragua ha estado investigando a una supuesta empresa que ofrece por internet jugosas ganancias a sus víctimas. Se trata de miles de dólares, pero extrañamente algunas víctimas se han molestado cuando las autoridades las abordan en el proceso investigativo.

La Prensa Domingo

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