En 1990 el municipio de El Almendro se convirtió en un símbolo de la unidad y la reconciliación nacional. Los diez años de guerra entre el primer gobierno del Frente Sandinista (FSLN) y la Contra dieron paso a 16 años de paz… hasta que Daniel Ortega Saavedra volvió a ser presidente del país, en 2007.
Como si el tiempo se hubiera congelado en 1990, al terminar la guerra y perder el poder el FSLN, Ortega propuso en 2007 un proyecto de gobierno basado en la unidad y la reconciliación.
Esto, al parecer, fue como poner albarda sobre aparejo en El Almendro, ya que los excontras y exmilitares habían aprendido a vivir en paz. Todo cambio de visión política significaba romper ese equilibrio y eso fue lo que hizo Ortega a su regreso como presidente.
Hasta hace pocos años las diferencias entre los pobladores de El Almendro se daban en el robo de ganado o la tenencia de tierras. Hoy las diferencias son de orden político: El pueblo contra el partido de gobierno y viceversa.
“Aquí, si no te afiliás al Frente Sandinista (FSLN) no sos nada, no tenés ni cédula”, asegura Carlos Pineda, líder de El Almendro, uno de los municipios más liberales de Nicaragua, entendiendo por liberal todo lo que no sea de izquierda, como el partido gobernante.
Ese documento de identidad, tan grueso como la punta de un lápiz, es ahora el símbolo del fracaso de Ortega como promotor de la “unidad y la reconciliación” a nivel nacional, y especialmente en El Almendro.
De un total de 13,300 habitantes, solo 5,000 cuentan con cédula, según el último padrón electoral, o quizá 6,000 si los cálculos los hacen los miembros de los Consejos del Poder Ciudadano de El Almendro, pues se suman los 4,000 no orteguistas más los 1,000 orteguistas originales, más 1,000 nuevos orteguistas cedulados, más “cero” opositores con cédulas nuevas.
La discreción con que se otorgan las cédulas en El Almendro muestra el fracaso de la estrategia gubernamental de Ortega, planteada en su visión de gobierno en 2007: “¡Unida, Nicaragua Triunfa! Esta idea procura transmitir el concepto de unidad de los nicaragüenses en torno a proyectos comunes y es, a la vez, una invitación a unirse a la cruzada común para cambiar y mejorar la vida”.
Ahora la gente en El Almendro está menos unida y no creen que sus vidas hayan mejorado gracias al gobierno de Ortega.
“Si hablamos con la verdad… estamos jodidos. Esto no es un gobierno para todos, solo para los sandinistas”, dice un empleado estatal que por temor a represalias prefiere omitir su nombre. A pesar de que él mismo se considera sandinista, asegura sufrir la misma exclusión que el resto de familias y vecinos que son opositores.
Él cuenta con su cédula, pero la exclusión está en otros niveles. “Los ministerios no atienden a los liberales, si vas a pagar un impuesto y sos liberal no se te da el mismo trato, solo hay reconciliación si pensás igual o si hacés lo que ellos dicen”, señala el denunciante.
Consultado al respecto, el alcalde Luis Francisco González prefiere no opinar, pero cuando se le pregunta sobre las obras sociales, asegura que los caminos, escuelas, centro de salud y el estadio son atendidos por la alcaldía.
González no lo dice, pero en teoría estas responsabilidades pertenecen al gobierno central.
En 2007 Ortega describió su proyecto como un proceso de desarrollo económico, de justicia y de democracia directa.
Pero en el municipio de El Almendro, donde casi todos los habitantes son de ideología opuesta, el desarrollo económico, la justicia y la democracia directa no se observan como un producto del Gobierno.
Aquí no hay ningún crédito para ningún productor, el fondo del Banco Produzcamos debería apoyar porque hay tres grandes cooperativas lecheras, no hay financiamiento para ningún productor, insiste Carlos Pineda, líder de la oposición en El Almendro y precandidato a diputado por el Partido Liberal Independiente (PLI).
El Banco Produzcamos está presente en diferentes municipios del país. En 2010 desembolsó 315 millones de córdobas, está atendiendo 12 programas de crédito para la ganadería, cinco para la agroindustria, nueve para diversificación productiva y cuatro forestales, desde 2007 ha atendido a 90,200 mujeres. Nada de esto ocurrió en El Almendro.
A la empresa Alba Caruna, otra con financiamiento disponible para la gente, que es manejada por gente del partido de gobierno, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), tampoco está presente en El Almendro.
No hemos vuelto al pasado, pero las cosas están cambiando, sostiene Pineda. Y yo creo que nadie quiere guerra, nadie quiere volver al pasado, ni a la guerra, ni al Frente Sandinista, añadió.
Ahora mismo es poco probable un levantamiento armado en el casco urbano de El Almendro. Sin embargo la gente se está desesperando.
En El Almendro agradecen el agua potable, las láminas de zinc, la carretera, pero quieren trabajo o al menos un documento de identificación, más que para votar, para montar sus negocios o buscar nuevas oportunidades de empleo, dentro o fuera del municipio.
[/doap_box]
De Ortega, el único proyecto que ha ejecutado en El Almendro es uno de agua potable del Fondo de Inversión Social de Emergencia (FISE).
Alcides Ortega, secretario político del FSLN en El Almendro, así lo reconoce.
“Han sido pocos los programas, pero han llegado a la gente que los necesita, a los pobres. Los principales proyectos son a través del Magfor (Ministerio de Agricultura), el bono productivo, el FISE con agua y el proyecto vial de Pájaro Negro y El Tanque”, expresa.
También está la pavimentación de la carretera desde el empalme de Pájaro Negro hasta el centro urbano, pero nadie lo atribuye a Ortega, sino al Plan Puebla Panamá, planificado desde hace más de diez años.
González afirma tener un presupuesto de 15 a 16 millones de córdobas al año, ocho de los cuales llegan por medio de las transferencias municipales, dinero de los impuestos de los nicaragüenses que se les transfiere a las alcaldías más pobres del país, según su capacidad de ejecución y sus necesidades.
Ante la falta de apoyo gubernamental, la estrategia de la alcaldía de El Almendro es ser lo más eficiente posible. En solo cuatro meses avanzaron un 60 por ciento de lo necesario para todo el año en proyectos sociales, de desarrollo y otras actividades. Gracias a eso recibieron una transferencia de tres millones antes de la Semana Santa.
PENSAR DIFERENTE ES PELIGROSO
Para la alcaldía, el beneficio de ser eficientes es mayor porque les permite tener solvencia para las fiestas patronales en honor de San José Obrero, que este año se realizaron el 23 y 24 de abril, aunque el día real es el 25 de ese mes.
Pero la “unidad y reconciliación” que promueve el Gobierno no se ve reflejada ni siquiera en las fiestas patronales ni en ninguna otra celebración del municipio.
Trabajadores de instituciones del Estado confirmaron que si la alcaldía declara asueto un día en El Almendro, las oficinas del gobierno central no autorizan a sus empleados para que tengan libre.
Pero eso es solo una anécdota a la par de la exclusión gubernamental que sufren del “gobierno de unidad y reconciliación nacional”.
“Cuál unidad y cuál reconciliación, si aquí pensar diferente a los sandinistas es motivo de ataque”, reclama un poblador de El Almendro que no quiere identificarse.
“Aquí no te dan cédula si sos de derecha, andan en censo casa por casa, pero te fichan en una esquina del papel si sos liberal o sandinista, para ver si te viene o no la esquela”, añade.
La visión de los seguidores del Gobierno es distinta.
“Qué va a ser, aquí la cosa es pareja, tal vez en otros lados será… No sé de dónde sacan tantos cuentos”, comenta Alcides Ortega.
LA EXCLUSIÓN Y SUS CONSECUENCIAS
Más allá de las opiniones, los hechos reales sobre la emisión selectiva de cédulas de identidad son comunes en el municipio.
“De mis hermanos ninguno tiene cédula y en las comarcas tampoco les dan… Yo ahora estudio sabatino, me trajeron la cédula, pero fue suerte porque mi pareja es sandinista, pero mis hermanos no tienen cédula”, asegura Mar de Luz Jiménez, quien esperó varios años por su cédula y solo le apareció después de que se juntó con un seguidor del Gobierno.
Por el contrario, Maribel Castellano tiene cinco hijos, todos con ideología de oposición, y a ninguno les ha llegado su cédula. Ella ni siquiera tiene interés en renovar su cédula vencida por temor a que no se la den.
El problema con la cédula es que quien no la tiene en Nicaragua, prácticamente es un difunto, ya que no encuentra trabajo, no puede realizar transacciones económicas ni comerciales formales, no puede estudiar en una universidad, no puede montar su negocio ni salir del país.
“Parece que este Gobierno no es de todos, mi hija ni liberal es, pero como yo soy liberal, no le dan la cédula”, dice Marina Gutiérrez, una líder de oposición en El Almendro.
Aunque cualquiera en la calle coincide en que no hay trifulcas por la ideología política, nadie niega que a raíz del robo de las elecciones municipales, hace tres años, hubo gente dispuesta a tomar las armas contra el Gobierno si los resultados emitidos por el Concejo Supremo Electoral no coincidían con el número de votos, como ocurrió en ciudades como Managua, Masaya y San Lorenzo, entre otros municipios.
Pero lo que más lamenta Gutiérrez es que la actitud del Gobierno enciende los ánimos de alguna gente que no controla sus emociones.
“A veces los que molestan no es la gente de arriba, sino la de abajo, no hay tanta reconciliación cuando ellos tienen oportunidad de lanzar veneno, lo hacen, inventan cualquier cosa”, asegura Gutiérrez.
Alcides Ortega lo confirma al decir que “hay veces que la gente se exacerba, pero no es la línea del partido”.
El problema es que cualquier exceso puede provocar una tragedia en un sitio ubicado a más de 200 kilómetros de Managua, donde todavía hace tres años las familias enemigas se mataban entre sí hasta eliminar al último integrante.
“Aquí hay gente brava… una vez se probó quién tenía más (gente) que otro, hubo muertos en ambos grupos (sandinistas y contras), uno no quiere ir a la guerra”, asegura un líder de El Almendro que también prefiere no dar su nombre, por tener un cargo en el Gobierno.
“Pero la gente ha manifestado que si hay que ir, pues hay que ir (a la guerra)”, añade el líder. Al consultarle si esta gente es de El Almendro, responde que “del pueblo y de fuera del pueblo”.
Probablemente no era esto lo que el presidente Ortega tenía en mente cuando describió su gobierno como “la encarnación de la unidad como concepto”, según su estrategia de comunicación.
Sin embargo, su forma de gobernar, basada en la exclusión de quienes se le oponen, ha provocado que su proclama de “unidad y la reconciliación” tengan un efecto contrario en la población.
Ver en la versión impresa las páginas: 1 A ,12 A