Después de ser un jugador menos que average al que nadie deseaba en su roster, José Bautista pasó a convertirse en el más temible bateador del beisbol.
Y todo ha sido tan rápido, que cuando llegó abril del año pasado Bautista acumulaba 60 jonrones en sus primeros 1,800 turnos. Desde entonces, ha conectado 69 tablazos en 637 oportunidades. Es decir que pasó de un bombazo cada 30 turnos, a un toletazo cada 9.2 chances.
Sus jonrones se incrementaron de 16 en 2009, a 54 en el 2010, levantando las naturales sospechas sobre las razones para semejante cambio. Y aunque ha estado bajo escrutinio, Bautista ha pasado con éxito cada prueba de doping a que ha sido sometido por las Grandes Ligas.
Y para quienes pensaron que era casualidad lo del año pasado, ahora mismo lleva 16 tablazos, en un ritmo superior al del año pasado, suscitando comparaciones con las frecuencias de artilleros símbolos del beisbol como Barry Bonds y Babe Ruth, pero las razones para tan brusco cambio aún parecen un misterio.
Bautista lo atribuye a los ajustes que hizo a su mecánica Dwayne Murphy, el coach de bateo de Toronto, quien le acentuó su virtud de jalador de bola, le hizo relajarse más en el home, mientras le recomendaba comenzar a cargar más temprano y hacer una trasferencia fluida de su potencia a través de los brazos.
Y para colocar en perspectiva lo que hace Bautista, hay que señalar que entre el 15 de mayo del 2010 y el 15 de mayo de este año ha conectado 63 jonrones, 22 más que los disparados en ese mismo período por Albert Pujols, el bateador referencia del beisbol. Bautista, incluso, va por encima del ritmo de Bonds, cuando bateó 73 jonrones.
Pero hasta antes del 2007, Bautista se había pasado subiendo y bajando de las Mayores. Era un jugador discreto cuyas máximas cifras eran 16 jonrones y 57 remolques en un año. Hubo incluso un lapso de dos meses en 2004, que pasó por cinco equipos.
Inició ese año con los Piratas, pero los Orioles lo adquirieron vía Regla 5. Y tras 11 turnos, pasó a Tampa, donde tuvo 12 oportunidades de batear. De ahí salió a Kansas, donde recibió 25 turnos, antes de ser enviado a los Piratas para cerrar con .204, sin jonrones y tres remolques.
Ahora nadie desea pitchearle, y a menos que haya truco, es el cambio más drástico visto en el beisbol. En 1996, Brady Anderson saltó de 16 tablazos a 50, para caer luego a 18 en los dos años siguientes, antes de descubrirse que hacía trampa. Ojalá no sea este el caso.
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