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Los superpoderes de un ladrón

Siempre nos impresionamos con los superhéroes de la televisión, pero los ladrones en Nicaragua tienen un escáner en los ojos, tipo Superman, que les permite detectar si les temes, si andas algo de valor o si simplemente esa mañana amaneciste con el cartel de: “Robame”.

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Un repelo me invadió cuando tuve contacto visual con el ladrón que venía en el bus. Yo hasta estoy creyendo que los ladrones tienen un escáner.

Siempre nos impresionamos con los superhéroes de la televisión, pero los ladrones en Nicaragua tienen un escáner en los ojos, tipo Superman, que les permite detectar si les temes, si andas algo de valor o si simplemente esa mañana amaneciste con el cartel de: “Robame”.

Sin duda este tipo me pasó su escáner y sí me puse nerviosa. Creo que este ladrón tenía, además del escáner en los ojos, otro superpoder y es que olfateó mi miedo, como decía mi papá que hacían los perros, porque aunque trate de no mostrar temor, el tipo me puso el cartel.

Recuerdo que le hice mala cara. Eso no me cuesta mucho, y en mi mente comencé a contar lo que andaba encima.

“Lo más valioso, pues no es el celular, es un chiclero, solo los números perdería y… ayyy solo a mí se me ocurre, no dejé la jodida grabadora del trabajo”. Respiro hondo y el hombre sigue viéndome y yo no le bajo la vista, al menos podré describirlo bien si me hace algo.

Sigo con el recuento mental: Un brillo de labios, crema de manos, el body —bueno ya solo ando un poquito— una libreta, la cartera, 140 pesos, el monedero, no sé cuánto ando en monedas, mi cédula —a huevo voy a pagar los 300 pesos por la nueva—, la agenda con los números, la tarjeta de débito, pero no tengo ni un peso en la cuenta.

De nuevo nuestras miradas chocan y sonrío. “No te llevarás mucho, rata”. Respiro hondo nuevamente y trato de tranquilizarme.

Después me erizo de nuevo. “Tan pronto siempre me cruzo el bolso”. Una imagen pasa por mi mente, me veo arrastrada por la Carretera Norte por este hombre que es más grande que yo jalándome el bolso. Me enojo conmigo. “A qué horas me traje estos caites, si eran las botas las que debía andar para patear a este imbécil cuando me arrastre, para que me suelte. ¡Jueputa, ya la agarré! Si me ve tanto es que debe andar un cuchillo. Ojalá no me hiera, debería ponerme el bolso al lado, para que solo lo jale. No. Ya está cerca la parada. Que sea lo que Dios quiera”.

En efecto mientras bajo por el frente veo como el tipo se levanta presuroso de su lugar y sale por atrás, trato de caminar rápido, mi adrenalina está disparada, pero la gente se hace un molote y siento que no avanzo. De pronto un guiñón, veo un hombre de camisa celeste cruzando las tres vías de la Carretera Norte y perdiéndose en el callejón contiguo al restaurante El Trébol. “No me hirió, ay gracias a Dios”.

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Mi mano derecha resiente el jalón. La abro y la cierro, mis dedos están rojos. Cuando doy el primer paso, después de ver esa carrera que debería ostentar un récord, tomando en cuenta que son tres vías transitadas las que debió cruzar y se lanzó sin precalentamiento como hacen los atletas, me veo sola, cara a cara con el hombre ese, con el que mantuve contacto visual y traté de imbécil en mi mente, durante el recorrido del bus, desde la 14 de Septiembre hasta la parada frente a El Nuevo Diario. Está a mi lado.

No escucho lo que me dice, solo sé que casi a gritos y con la voz entrecortada le repito una y otra vez: “Ya ese hijo de puta me robó, qué te me vas a llevar vos”, y el hombre asombrado me dice: “No muchacha, ese maje te pintó y yo te quedaba viendo para que tuvieras cuidado”.

Me tiro la carcajada, los nervios me traicionan y hasta se me salen las lágrimas. Al menos me robó solo la lonchera con mi almuerzo, el bolsito colgaba inocente a mi lado, en mi recuento de cosas a perder no lo incluí. Espero que a ese ladrón como a mí no le gusten las pastas, para que se joda, porque eso era lo que iba a comer.

Le doy las gracias al muchacho y definitivamente el tipo que me robó tenía un poder más, además de la velocidad, el desgraciado leyó en el aire que no lo había percibido.

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