El ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva está desinformado o se presta para bendecir ilegalidades y atropellos a la democracia, que comete Daniel Ortega en Nicaragua.
Lula dijo en Managua que el Frente Sandinista (FSLN), el partido controlado por Ortega, “es la demostración más viva” de la “evolución política de la izquierda latinoamericana”.
El exmandatario brasileño visitó Nicaragua el jueves último solo para dar un aval internacional a la candidatura del presidente Ortega, muy criticada por su doble violación a la Constitución de Nicaragua, que prohíbe la reelección presidencial continua y después de gobernar dos veces.
Ortega y el FSLN ya son bien conocidos por violar derechos humanos, hacer fraudes electorales, secuestrar instituciones públicas e intentar acabar con la libertad de prensa y de expresión.
Sin embargo, Lula enfatizó que con Ortega “tenemos políticas perfectas en Nicaragua”; y se refirió a este como un líder sobre “el camino de la democracia” y “lo mejor para Nicaragua”.
A muchos nicaragüenses les habrá causado sorpresa el cómo Lula describió a Ortega, porque en Centroamérica el líder brasileño ha sido visto como un modelo de la llamada izquierda democrática o moderada, diferente a la corriente autoritaria y antidemocrática del venezolano Hugo Chávez, en la que milita Ortega.
Una hora antes de que Lula hablara ante el Foro de Sao Paulo, reunido en Managua, turbas del FSLN agredieron a una veintena de disidentes sandinistas que se plantaron frente al hotel, donde se hospedaban los delegados de partidos de izquierda latinoamericanos, para advertir de las mentiras que propaga Ortega.
Otra muestra de la intolerancia del FSLN, partido anfitrión del Foro de Sao Paulo, es que solo acreditó a periodistas oficialistas para el evento, cerrando las puertas a reporteros de medios de comunicación independientes. Hasta cuando habló Lula, en el penúltimo día, pudieron entrar todos los periodistas.
Cuesta entender esa “evolución” y esas “políticas perfectas” que Lula ve en el FSLN. Evolucionar equivale a progresar, a mejorar conductas, propósitos y actitudes. Pero Ortega hace lo contrario. En vez de dar más institucionalidad al país y más derechos y libertad a los ciudadanos, pisotea la Constitución y las leyes y calla a golpes a quienes piensan distinto.
¿Acaso Lula no sabe eso? Por supuesto que sí. Y ante él, Ortega mostró su autoritarismo al decir que la observación electoral internacional es una forma de intervención de Europa y Estados Unidos, dando por hecho que ninguna misión externa tendrá su permiso para observar las elecciones de noviembre próximo.
La credibilidad de Lula está otra vez en duda, por el doble discurso. En febrero de 2010, siendo presidente de Brasil, visitaba Cuba cuando allí murió en huelga de hambre Orlando Zapata, un prisionero opositor. Días después, Lula comparó a los presos políticos cubanos con delincuentes. “Pienso que la huelga de hambre no puede ser utilizada como pretexto de derechos humanos para liberar a las personas. Imagine si todos los delincuentes que están presos aquí en Sao Paulo entrasen en huelga de hambre y exigiesen libertad”, declaró, poniéndose al lado de la dictadura de los Castro.
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