Amalia Morales.- En el país se lleva bien la estadística de cuántas mujeres han sido asesinadas este año. Son 40 y en la mayoría de los casos se sabe bien que el criminal fue el marido o el exesposo.
También se tienen los datos del año anterior, que se contradicen con las cifras oficiales. Y más aún, se sabe cuántas fueron despedazadas en la última década: alrededor de 750.
Se sabe bien que el crimen se produce en la casa o en la calle, muy pocas veces en los bares. Se sabe también que un porcentaje de las asesinadas son niñas menores de 10 años.
Pero muy poco se sabe de cuántos huérfanos ha dejado esta tragedia. Pueden ser más de mil muchachos. ¿Con quién se quedan estos niños? ¿Qué hace el Estado y qué las organizaciones de la infancia? Se desconoce el dato, más aún sus historias y cómo estos niños enfrentan el sello de ese crimen.
LA PRENSA buscó y habló con algunos hijos de mujeres asesinadas en la última década. No quieren identificar, no quieren recordar la tragedia, pero tampoco pueden olvidarla. Tratan de sobrellevar la ausencia de la madre, pero también de convivir, en uno de los casos, con la certeza de que fue su papá el que mató a su mamá.
Algunos piensan que la tragedia no acaba con el asesinato, sino que empieza, porque los hijos de las mujeres quedan en la total indefensión.