¿Cuántas veces hemos dejado de llevar adelante proyectos o empresas que pudieron haber mejorado sustancialmente nuestras vidas? Siempre existe el pensamiento de que “no tenemos lo suficiente” de… Póngale el nombre que quiera a la excusa (miedo) de turno (dinero, conocimiento, experiencia, tiempo, etc.).
Otras veces, olvidando que los negocios y las inversiones son “un deporte de equipo“, nos empeñamos contra viento y marea en ser el “llanero solitario”.
Pensando que “nadie lo hace como yo”, encontramos excusa perfecta para no confiar en otras personas. Nuestro miedo a la libertad nos lleva a no confiar en nuestra propia capacidad de delegar en otra persona la responsabilidad de llevar adelante alguna tarea.
La delegación no quiere decir descontrol ni falta de seguimiento. Todo lo contrario, es la necesidad de implementar procesos estándares y controles periódicos, que permitan que la empresa siga funcionando con calidad aunque el “llanero solitario” no esté presente.
El miedo a la libertad financiera, el no atrevernos a iniciar empresas o a crear activos que nos permitan alcanzar nuestra independencia económica, también tiene sus raíces en la “miopía empresarial”.
La falta de visión nos impulsa a exigirnos y exigir a las otras personas fuertes ganancias inmediatas (a corto plazo) sin estar dispuestos a “pagar el precio” que toda inversión requiere para madurar y salir adelante.
La “miopía” tiene su origen en un déficit crónico de nuestro sistema educativo. Un sistema que te enseña que el asistencialismo es bueno y deseable, un sistema en que los hijos aprenden de los padres “por imitación”.
El sistema educativo nos enseña a tener miedo a los errores. Si un alumno comete un error en clase, el profesor inmediatamente lo regaña. Se nos enseña a “aprender por imitación”, repitiendo la lección “hasta aprenderla”.
Lastimosamente, en la vida real, aprendemos de nuestros errores y, por supuesto, que también de los demás).
Estamos subconscientemente programados para “perder en la vida empresarial”, el sistema está diseñado para producir trabajadores para las empresas, pero no personas que creen empresas.
Se fomenta el paradigma: “estudia, consigue un buen empleo y logra tu jubilación”; pero la situación de crisis económica actual genera incertidumbre, haciendo que esa lógica sea dañina para su futuro económico, ya que lo hace dependiente de “alguien más”, que puede reducirse o cerrarse en un entorno de crisis.
No hace sentido “trabajar hasta morir”, si después de 30 años de trabajo finalmente se descubre que todo lo que uno tiene ahorrado incluyendo la jubilación que puede llegar a recibir en el futuro no le alcanzará para vivir una “vejez digna”.
¿Qué hacer en ese entorno? Lo crítico es darse cuenta de que si la realidad ha cambiado, nosotros también tenemos que cambiar y adaptarnos a ese nuevo entorno.
(*) Director de Promifin, programa auspiciado por la Cooperación Suiza en América Central.
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