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 Está lloviendo en las zonas secas del país, los campesinos esperan buenas cosechas y mejorar su alimentación. LA PRENSA/ G. MIRANDA

Fogón se enciende a medias en corredor seco

Con gorras, los tres muchachos tapan sus caras del sol de las diez de la mañana que a ratos se diluye en brisa. Hoy no hubo clases en el colegio. Es asueto porque ayer fue Día del Maestro. Hoy, los tres muchachos que cursan distintos años de secundaria en el colegio de Las Sabanas, el poblado más cercano, no se salvaron de caminar por más de dos horas como lo hacen cuando van a estudiar.

Tres muchachos caminan en fila india por un surco de maíz recién plantado en la comunidad de Los Mangos, varios kilómetros al suroeste de Somoto, en el confín del corredor seco que ahora está húmedo y verde por el invierno.

Con gorras, los tres muchachos tapan sus caras del sol de las diez de la mañana que a ratos se diluye en brisa. Hoy no hubo clases en el colegio. Es asueto porque ayer fue Día del Maestro. Hoy, los tres muchachos que cursan distintos años de secundaria en el colegio de Las Sabanas, el poblado más cercano, no se salvaron de caminar por más de dos horas como lo hacen cuando van a estudiar.

En la parcela donde hay sembrado maíz, una variedad de sorgo que aquí le llaman maicillón y frijoles. Uno va detrás del otro depositando granos de urea solo alrededor de las matas de maíz. La urea —que tiene la apariencia de la sal, blanca y troceada— sirve para abonar la planta.

“Se le echa al maíz para que crezca más”, dice Eddy Tórrez, dueño de la parcela y papá de los tres muchachos que a ratos rompen fila y entonces caminan paralelamente, como los dientes de un peine, por las estrías del maíz.

Tórrez, quien está en otro extremo de la parcela, espera recoger mazorcas de maíz en septiembre. “Está bonito el invierno, se ve cosechero, pero hay que ver cómo sale la canícula que empieza ahora el 15 de julio”, dice este hombre de 36 años, acostumbrado a esperar cosecha según los estados de ánimo de la naturaleza, que no siempre parece de buenas.

El año pasado, por ejemplo, llovió tanto que gran parte de las cosechas se arruinó. Tórrez dice que la producción fue “regular”, y según sus cálculos perdió más o menos la mitad. De racionar la otra mitad, han sobrevivido hasta ahora en la casa de adobe donde vive con su esposa y seis hijos.

Por esta época, en la casa de Tórrez se alternan las tortillas de sorgo y las de maíz. Aunque la cocción es más lenta y gasta más leña con el sorgo, “es lo que hay”, dice Juana Merlo, la mujer de Tórrez.

En la parte trasera de la casa, la hija adolescente, que en la mañana estuvo tirando urea en la parcela, lava el trigo que pondrá a cocer.

Las casas en Los Mangos están alejadas entre sí. En unas hay luz, en otras no porque los cables del tendido eléctrico del proyecto que llegó no alcanzaron para cubrir a todo el caserío.

El hogar de los Tórrez Merlo es de los que se quedan a oscuras por la noche. Pero a eso están acostumbrados en esa casa. Lo que todavía les cuesta digerir, en la comunidad general es que la libra de maíz solo se consiga por siete córdobas y la de frijol por 17. El jefe de la casa solo consigue dinero cuando da sus “salidas” a fincas aledañas y se vende como mozo por el día de trabajo.

“Me pagan 70 córdobas más la comida”, dice.

Por paradójico que parezca, con ese dinero el campesino compra el maíz y el frijol que se malogró en su parcela, pero también el jabón, aceite y azúcar, tres productos necesarios que allí no se fabrican ni se cosechan.

HAMBRE NO HAMBRUNA

La escasez de alimentos ha sido advertida, desde Managua, por los representantes de organizaciones como Acción Contra el Hambre.

[doap_box title=”Tristes conclusiones” box_color=”#336699″ class=”aside-box”]

  • La organización Acción contra el Hambre, de las pocas que proveen información y que trabajan en el departamento de Madriz, a favor de mejorar la seguridad alimentaria en las familias, en su informe llegó a varias conclusiones.
Entre otras, que las familias agotaron “las reservas de alimentos antes de lo normal. Ya no hay reservas de cosechas anteriores”.

En consecuencia, “no cuentan con semillas ni insumos para la siembra de primera”.

También, que “a la fecha la mayoría de las personas que habían migrado hacia otros municipios del país” y a otros países de la región centroamericana, volvieron para concentrarse en las tareas de preparar y sembrar la tierra.

“Hay más bocas para alimentar en el hogar y no hay ingresos extras por trabajo fuera”.

El informe insiste en que la gente está comprando alimentos, en algunos casos, y que en otros la población ha disminuido los tiempos de comida, las raciones y los componentes. Es decir, menos frijoles, o solo maíz, o solo tortilla de trigo, o solo guineo cuadrado.

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  • En los municipios “secos” que están al suroeste de Somoto se reparan caminos y se abren zanjas en algunos poblados para servicio de agua potable. El mejoramiento de las vías ha sido una demanda constante de los productores, que requieren vías buenas para sacar sus cosechas, pese a que gran parte de la producción es para autoconsumo

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Esta organización, en su informe de marzo, dijo que el 90 por ciento de las cosechas se perdió en el municipio de San José de Cusmapa, un poblado que está al final de la carretera empinada de 33 kilómetros, que pasa a un lado del plantío de Tórrez.

“Muchas familias han disminuido en más del 80 por ciento la cantidad de alimentos que preparan para su comida diaria”, reza el informe de mayo sobre la situación de tres municipios: Cusmapa, Las Sabanas y San Lucas.

A consecuencia de la escasez, los tres municipios están sembrados de niños en estado de “desnutrición crónica”, como se le llama al agotamiento humano de reservas calóricas y proteínas.

Lejos de lanzar un SOS por una situación de hambruna, en esta zona alejada del país —a más de 250 kilómetros al norte de Managua— la organización usa el término de “hambre estacional”, que ocurre por esta época, en meses previos a la cosecha, cuando se agotan las últimas reservas de maíz y frijoles.

Junio y julio se consideran los meses más críticos, tiempo en que el campo reverdece, pero en los que no hay nada que comer.

En ese mismo municipio, el Gobierno impulsó el Hambre Cero con más de mil beneficiarios, según detallaron funcionarios de la Alcaldía de ese municipio.

HAMBRE REZAGADA

Más que flacos, los cuatro hijos de Fidelina Sánchez, otra vecina de Los Mangos, son bajitos, barrigones y juguetones.

Pasa un carro y se van detrás. Pasa un perro y lo persiguen hasta el cansancio. Se ríen por todo. Son parecidos y casi del mismo tamaño como la ristra de una matrioska.

En la casa de Fidelina Sánchez hay poco que comer. Las familias cuentan que son tiempos difíciles mientras no salga la primera cosecha.  LA PRENSA/ G. MIRANDA

Como hoy no hubo clases, por la mañana, los mayores se fueron a la huerta con el papá. Son los únicos que calzan botas de hule. Los más pequeños —los que se quedaron en la casa con la mamá y la abuela, buscando como encender el fuego—, andan descalzos.

Hacia las tres de la tarde, lo único que han comido en esta casa es un atol de maicillón.

Eso lo cuenta, sentada en el umbral de la casa, Fidelina Sánchez, de 39 años, una mujer a la que le faltan tantos dientes como hijos tiene.

Aquí la gente solo hace dos tiempos de comida: desayunan y almuerzan tarde. Por necesidad ahorran la cena.

“A veces es solo guineo con sal”, dice con candidez, y una sonrisa que deja ver un portal de encías rosadas.

A la par de Sánchez está el menor de sus hijos, de tres años, que apenas balbucea algunas palabras. Lleva en brazos a un gato arisco que suelta para alzar las manos y pedir jocotes celeques. Es feliz al comérselos con sal.

En estas comunidades, agencias de Naciones Unidas como el Programa Mundial de Alimentos (PMA), ha encontrado a niños con tallas bajas.

Aunque informes recientes de esa organización, sitúan a Nicaragua entre los países de la región con una tasa “moderadamente baja” de desnutrición que oscila entre un 10 y 19 por ciento.

POR AQUÍ PASÓ, PERO NO SE QUEDÓ

En estos municipios no son ajenas las palabras de “Hambre Cero” y del “Bono Productivo”, que atañe al programa bandera del Gobierno para paliar la situación de pobreza en las zonas más empobrecidas del país, muchas de las cuales coinciden con el corredor seco.

De la entrega de vacas, gallinas, cabras pelibuey, pero también de semillas ha oído hablar Sánchez.

“Nada de eso ha venido hasta aquí. Solo van al Chichicaste”, dice Sánchez quien se sienta en cuclillas y en seguida apunta con el dedo hacia arriba.

Y tampoco sabe si hay otros proyectos en marcha de alguna organización.

Tanto Acción contra el Hambre, el PMA y la FAO desarrollan programas en ese departamento.

Sánchez solo recuerda que el PMA les ha llevado maíz y frijoles, y que la casa donde vive, que es de bloques, la construyó la organización católica Cáritas.

LEÑA Y MIGRACIÓN

Eddy Tórrez, productor de una comunidad del departamento de Madriz, recibió semilla para sembrar maíz y frijoles, pero ha costeado de su bolsa otros insumos.
LA PRENSA/ G. MIRANDA

Sánchez, quien desde el umbral mira como la tarde cae con lentitud, cuenta que ella reúne unos pesos vendiendo leña. “De ahí saco para el aceite y el azúcar”. Por 30 rajas de leña, le dan 50 córdobas, bastante menos de lo que pagan en Managua.

La rebusca de leña, y la migración a otras zonas y aún fuera del país, son las alternativas que exploran muchos campesinos.

Eddy Tórrez en momentos difíciles se ha ido a Costa Rica y El Salvador, pero prefiere rebuscarse la vida aquí.

“Lo que trabajo es por esfuerzo propio”, dice Tórrez, con los brazos cruzados y apoyados sobre un azadón.

Este productor no habla mal del Gobierno, pero confiesa que no sabe, solo “ha oído” de esos programas como el Hambre Cero y del Bono. “Es que yo me mantengo aquí en mi trabajo”, insiste.

Cuenta que esta vez sembró con las semillas que le dio el INTA (Instituto Nicaragüense de Tecnología Agropecuaria), a través del Programa de Libra por Libra, que creó el gobierno pasado, y que aún se mantiene.

El trato es que por cada arroba (25 libras) de maíz y frijoles, devuelva otra igual.

Por ahora, el invierno transcurre normal tal como pronosticó el Ineter (Instituto Nicaragüense de Estudios Territoriales). Llueve casi siempre de tarde.

En el día, Tórrez va a la huerta, solo o con sus hijos. En dos meses espera que esas matas de hojas verdes, que ahora se ven casi pegadas al suelo, se conviertan en la primera siembra de frijoles y en tres meses espera recoger maíz que la urea ha ayudado a crecer.

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