CORRESPONSAL/BOACO
Como un homenaje a su labor sacerdotal durante 35 años al servicio de la feligresía boaqueña, el concejo municipal de Boaco bautizó el auditorio municipal con el nombre de Monseñor Juan Moreira Guadamuz, quien hasta el 29 de junio fungió como vicario episcopal de la zona pastoral del departamento, cargo que desempeñó desde su nombramiento en el 2002.
En un convivio realizado en el recién inaugurado auditorio, el secretario del concejo municipal, ingeniero Francisco Mena Flores, dio lectura a la certificación del acta número 78, acuerdo municipal número 18, en el que por unanimidad los concejales acordaron nombrar el auditorio central Juan Francisco Moreira Guadamuz.
El sacerdote Miguel Angulo, párroco de la iglesia Santiago, antes de elevar una oración al Creador dijo que “estamos reunidos para demostrarle al padre Juan, nuestro aprecio y solidaridad, te damos infinitas gracias por todo el tiempo que permitiste que monseñor permaneciera en esta bella ciudad de Boaco, todo es obra tuya, dale las fuerzas necesarias para seguir adelante en su nueva parroquia”.
CONVIVENCIA FRATERNA
En el convivio participaron invitados especiales y amigos del padre Juan, a como cariñosamente le llaman los boaqueños.
El catedrático Hernán Sotelo reconoció en monseñor Juan Francisco Moreira su vocación y entrega total al sacerdocio en la parroquia El Socorro.
El alcalde Juan Antonio Obando dijo que este homenaje se debe no solo porque el padre Juan se va de Boaco, es algo que ya había sido consensuado en el concejo municipal, “usted ha sido mi asesor y mi guía espiritual, me ha fortalecido en los peores momentos que tuve en mi vida, queremos agradecerle estar con nosotros un año completo, de estar trabajando de la mano con este gobierno municipal”, señaló al dirigirse al homenajeado.
Monseñor Moreira Guadamuz agradeció al concejo municipal la convivencia y el ofrecimiento del salón con su nombre.
El historiador boaqueño, doctor Armando Incer Barquero dijo que al padre Juan lo recuerda joven, cuando vino a Boaco, donde una de sus primeras preocupaciones fue mantener viva la tradición de los bailantes porque ya iba desapareciendo y prácticamente formó la cofradía de Santiago en el 78.
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