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Técnicas orientales

Y acostada boca abajo, con la frente apoyada en los dorsos de las manos, hice un recuento de las razones por las que podía tener los músculos tan engarrotados. Claro, el trabajo, la principal; pero problemas de familia también, de esos nadie se salva; y además... esos conflictos internos que no le cuento ni al espejo.

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Cerré los ojos y esperé que me enterraran la primera aguja. “¡Cómo andás esa espalda!”, me dijo sorprendida Dynarcelia López, la acupunturista.

Y acostada boca abajo, con la frente apoyada en los dorsos de las manos, hice un recuento de las razones por las que podía tener los músculos tan engarrotados. Claro, el trabajo, la principal; pero problemas de familia también, de esos nadie se salva; y además… esos conflictos internos que no le cuento ni al espejo.

—¿Tan mal está? —pregunté (por gusto, porque ya sabía la respuesta).

—Mmmm —dijo Dynarcelia. Y me clavó una aguja en la nuca.

Desde hacía varias semanas me dolía hasta recoger un papel y tenía la sensación de que todo el estrés del mundo se me había instalado en el cuello y la espalda, como si fuese una araña peluda. Fue por eso, precisamente, que decidí someterme a las agujas.

Pude haber elegido otras técnicas de la medicina oriental; como la fitoterapia, que se basa en la aplicación de plantas medicinales; o la digitopuntura, que es casi lo mismo que la acupuntura, pero sin agujas. Sin embargo, gracias a Dios, ya había recibido la advertencia: “Si los músculos están duros, duele mucho que te hagan presión con los dedos”.

Así que dije: ¡agujas vengan a mí! Y no me arrepiento, porque la acupuntura ni siquiera duele; pero te quita de los hombros varios quintales de peso y le inyecta una buena dosis de energía a la actitud.

De hecho, lo que busca esta técnica es mejorar el flujo y el equilibrio de la energía del cuerpo liberando puntos bloqueados de los canales energéticos. Son los puntos acupunturales estudiados y establecidos desde hace unos cinco mil años por la medicina china.

Hoy, en pleno siglo XXI, cuando la ciencia y la tecnología han superado a la imaginación de Julio Verne y todo apunta a que la vida debería ser más fácil y tranquila, la realidad dice que no, que lo cierto es que el estrés es la plaga de este tiempo y va de aquí para allá causando estragos nerviosos y musculares, depresiones, migrañas, insomnios y hasta (el muy atrevido) disminuyendo la capacidad del sistema inmunológico.

Por eso seguimos usando y ahora más que nunca, técnicas desarrolladas hace ya tantísimo tiempo.

A través de la acupuntura —dice Dynarcelia— se combate el estrés, ya que se elimina la tensión de los músculos, se relaja el sistema nervioso y se estimula el sistema inmune. Lo mismo se logra con otras técnicas, que pueden ir mezcladas, como reflexiología (consiste en estimular las áreas de los pies que representan distintas partes del cuerpo), digitopuntura, masajes y baños  sauna.

Pero ojo, el tipo de terapia depende el origen del estrés, que, según Eveling Novoa, médico acupunturista y docente del Instituto de Estudios Superiores de Medicina Oriental Japón-Nicaragua (Iesmo-JN), puede ser de origen físico, intelectual o emocional.

En el tercero de los casos el estrés “pega” en el órgano al que está relacionada la emoción. Por ejemplo, la ira afecta al hígado, no es en balde la expresión: “Se me revienta el hígado”; el miedo perjudica a los riñones; la tristeza a los pulmones, las ideas obsesivas al bazo y la alegría crónica (euforia permanente) al corazón.

Pero no solamente esos órganos están en la mira del estrés, también sus hermanos. Es decir, si el hígado se perjudica, lo mismo le pasa a la vesícula biliar y en el caso del corazón, también se afecta el intestino delgado, apunta Eveling .

En estas situaciones, el tratamiento debe atacar al estrés y a la vez hacer énfasis en la sanación del órgano afectado, lo que se hace aplicando plantas medicinales, acupuntura o digitopuntura en el canal energético indicado.

POR OTRA PARTE

está la moxibustión, que —explica Eveling— se aplica en puntos acupunturales y consiste en quemar la raíz de la planta altamisa en conitos del tamaño de un grano de arroz. Así se produce un calor relajante y se estimula el sistema circulatorio.

Y para quienes gustan de masajes completos, está el famoso Shiatsu, en el que usan los dedos y las palmas de las manos para hacer presión en puntos relacionados con el sistema nervioso.

Ah, pero no cualquiera puede implementar estas técnicas, porque para ello es necesario conocer muy bien el cuerpo humano. Hay que estudiar medicina natural, masajes, acupuntura… y también conocer de medicina occidental, que es la que está relacionada con fármacos.

Medicina oriental y medicina occidental no están peleadas. Al contrario, se complementan. Según Nery Olivas, médico internista, las terapias naturales son útiles en la mayoría de los pacientes. “Responden a ese tipo de tratamiento, incluso a los té relajantes. La acupuntura estimula corrientes de nervios y eso hace que el nervio contralateral se relaje y haya un estado de bienestar, emocional y psicológico”, dice.

Sin embargo, a su juicio, cuando el caso es muy severo y el estrés se manifiesta con depresiones profundas se requiere de atención psicológica o, incluso, psiquiátrica.

Dynarcelia López, quien además de acupunturista y maestra en medicina natural es psicóloga, está de acuerdo. Para ella la acupuntura debe ir acompañada de terapia para tratar el trasfondo del estrés y la depresión.

También hay que recordar que, como ya se dijo, las tensiones pueden afectar órganos internos; en esas situaciones —señala el doctor Olivas— podría necesitarse evaluación, diagnóstico y tratamiento de medicina interna y no solamente de medicina oriental.

Aunque en casos extremos, cuando el cuerpo sufre por una enfermedad, la acupuntura funciona como un bálsamo para sobrellevar el dolor y al estimular el sistema inmune impulsa al organismo a luchar por la vida.

TIENE UN EFECTO RELAJANTE

parecido al de la anestesia. Apenas entran las agujas (son solo unos cuantos milímetros), se comienza a sentir un ligero entumecimiento y el sueño llega sin que lo llamen.

La mayoría de las personas que se someten a esta terapia terminan roncando, sobre todo si hay musiquita relajante de fondo, como la que pone Dynarcelia.

Yo tampoco resistí al llamado de Morfeo, a pesar de que en verdad lo intenté, porque no quería perder ni un solo detalle de lo que pasaba en mi cuerpo.

Desperté cuando unos deditos me tocaron el hombro. Ya me estaba retirando las agujas.

—¿Ya? —pregunté (de nuevo por gusto).

—Siiií…

—¿Cuánto tiempo ha pasado?

—Media hora —informó, divertida, Dynarcelia.

Después vino una sesión de masaje combinado con digitopuntura. Y otra vez Morfeo estuvo haciéndome guiños. Me dejé seducir. Pero el romance acabó a los pocos minutos.

Regresé al mundo, que era el mismo de siempre y sin embargo no lo era. Debió ser que al fin me había liberado de su peso y ahora podía mirarlo de frente… Le sonreí y me correspondió.

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La Prensa Domingo Acupuntura Moxibustión reflexoterapia archivo

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