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“Si existiera la reencarnación creo que pediría nacer igual. Dificultades, nunca. Siempre estuve consciente de mi apariencia y de lo poco que significa eso frente a mis capacidades”, asegura Rudy Cayasso, de 23 años.

Yo pediría nacer igual

En el parqueo hay un grupo de jóvenes en una “perrera”. Un reñido partido de futbol en una cancha improvisada donde ninguno de los jugadores lleva uniforme, pero hay balón y un árbitro contratado. Se están jugando un título de barrio.

Tammy Zoad Mendoza M.

“Tengo prohibido jugar pues los médicos dicen que es un desgaste más para la pierna, pero nunca he dejado de hacerlo. No podría, el futbol es mi motor, dejar de jugar es como dejar de caminar”, cuenta Rudy.

En el parqueo hay un grupo de jóvenes en una “perrera”. Un reñido partido de futbol en una cancha improvisada donde ninguno de los jugadores lleva uniforme, pero hay balón y un árbitro contratado. Se están jugando un título de barrio.

Entre la agitación del deporte y el vaivén de los muchachos es difícil distinguir quién está con qué equipo, pero hay un personaje que sobresale en la escena.

Es el muchacho que corre rápidamente aunque cojee y que luego de un trecho tiene que arrastrar su pierna derecha. Se toma un respiro y entra nuevamente al molote que se disputa la pelota vieja. Parece un búfalo cuando se laza por el balón y se enfrenta a uno, dos y hasta tres jugadores. Trenzan las piernas y ahí es cuando la atención en él se transforma en interés.

—¡Ah, ese es Rudy! —dice uno de los jóvenes  espectadores.

Rudy Alexander Cayasso, de 23 años, es tan aficionado al futbol que ni su malformación congénita y los dolores que esto le provoca luego de cada partido pueden frenarlo. Así ha sido desde que aprendió a caminar, nada ni nadie han podido detenerlo.

“No sé qué le habrán dicho a mi mama cuando nací. La verdad es que tampoco he tenido la curiosidad de preguntarle”, cuenta Rudy Cayasso.

“Sé que ella no tomó algo extraño durante el embarazo, simplemente así nací. No es algo que verdaderamente me importe, todo es psicológico, la verdad”.

Su pierna derecha es más corta que la izquierda. Es más gorda. Está partida en tres. Es como un rompecabezas que alguien dejó a medio armar y con piezas invertidas de la cadera hasta el pie. No tiene talón y hay solo tres dedos en cada uno de sus pies. Pero cada paso lo da seguro, con fuerza, siempre adelante.

“Si existiera la reencarnación creo que pediría nacer igual. Dificultades, nunca. Siempre estuve consciente de mi apariencia y de lo poco que significa eso frente a mis capacidades”, asegura Rudy.

ES EL MAYOR

Rudy Cayasso e Ismenia Aviléz son vecinos y este mes cumplen dos años de ser novios.

de los dos hijos de Susana Cayasso, madre soltera y originaria de Bluefields. Ha estudiado en colegios públicos y luego del bachillerato, que incluía estudios técnicos en dibujo arquitectónico, consiguió media beca en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli). Solo logró llegar al segundo año de la carrera de Administración de Empresas porque no puedo asumir los gastos. Se retiró para buscar trabajo.
“Mi mama nos enseñó a ganarnos las cosas. A los dos por igual, sin contemplaciones. Yo tengo todas las capacidades de una persona ‘normal’ y los problemas también”, dice el muchacho mientras comienza a quitarse su indumentaria de jugador.

Gracias a otra media beca cursa el segundo año de Ingeniería en Diseño y Construcción en la Universidad Popular de Nicaragua (Uponic). Por su desempeño y espíritu inquieto logró colarse como pasante en Indenicsa, empresa que trabaja en el procesamiento y comercialización de productos derivados del acero.

Ahora tiene año y medio de estar contratado en la empresa en el área de diseño de estructuras.

“No gano lo que quisiera, pero me siento satisfecho con mi trabajo. Ya he trabajado en otras empresas de construcción y colaboro en proyectos. Me gusta esto y sé que soy bueno, quiero seguir en esto, conseguir capital y montar una empresa propia”, dice con toda seguridad.

Trabaja de lunes a viernes todo el día. Si está de vacaciones colabora con la empresa de Servicios Técnicos y Profesionales en la Construcción, con uno de sus mentores: Manuel Salvador Molina.

“Él fue pasante de una empresa en la que trabajé y vi que es un muchacho con potencial, interesado y esforzado, por eso cada vez que se puede colabora en proyectos de esta nueva empresa”, cuenta Salvador Molina.

LA NOCHE APENAS

le da un respiro para ver a los amigos y visitar a su novia. “Cualquiera que me ve así pensaría que es difícil tener novia, pero la verdad no me puedo quejar”, confiesa el joven moreno con una sonrisa y los ojos brillantes. “Llevo dos años con ella, la conozco desde hace mucho y no es porque sea mi novia pero es una muchacha linda, en todos los aspectos”.

Él no conoció a su padre, pero tampoco es algo que importe. En unos cuantos años le gustaría formar una familia y tener hijos.
Sentado, se quita una venda, la misma que se le ha zafado varias veces en la cancha y que ha tirado con disgusto pues le provoca atrasos en el juego. Su pierna queda desnuda y se nota una larga y gruesa cicatriz que serpentea por su piel. Hace unos diez años estuvo a punto de perder la pierna.

“A mí me operaron una vez, tenía como 12 años, pero las cosas no salieron bien”, recuerda Rudy.

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“Se supone que en la operación iban a hacer un procedimiento que permitiría alargar el hueso, pero nada de eso pasó. Luego me tomó un tiempo volver a caminar y los dolores en la pierna se intensificaron. Según los doctores si me cortan el hueso para corregir un poco la desviación es muy difícil que se una nuevamente. Tengo prohibido jugar pues los médicos dicen que es un desgaste más para la pierna, pero nunca he dejado de hacerlo. No podría, el futbol es mi motor, dejar de jugar es como dejar de caminar”.

Mientras acomoda unas tiras dentro de su tenis, que le sirven de talón ante la falta de un zapato adecuado para su condición, cuenta que ha tenido un par de accidentes jugando futbol. Pero lo hace con la satisfacción de aquel deportista que muestra una cicatriz que evidencia que puede dejar el alma el la cancha.

Su pierna comienza a doler antes de comenzar el segundo tiempo. Si juega un segundo partido el dolor es tan intenso que deja de sentir el miembro, pero sigue jugando. Al día siguiente el dolor regresa con más fuerza. Los doctores se han sorprendido de que su malformación no haya afectado aún la columna, ya que es un problema progresivo. Él confía en que mientras pueda caminar, continuará jugando.

“No he buscado mayor ayuda, quizá porque no sé a quién recurrir. Evidentemente me gustaría mejorar mi condición física, pero mientras tanto debo seguir viviendo y disfrutando de lo que me gusta”, dice Rudy Cayasso.

De lunes a viernes al trabajo. Los sábados a la universidad. Hoy, domingo, Rudy debe estar jugando futbol en algún lugar.

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