Por Cristian Cisneros Ramos
Una vuelta por la calle de la rosa en la esquina Lombardy, un viento en el cielo mece la silla cuadrada donde se monta la cara de la soledad, con semblante húmedo que se confunde con la brisa que gira de forma elíptica donde el aire es la muerte y solo unos segundos tus sentidos se ponen a mil.
Un perro amarrado en el bulevar se ahorca, la corriente te empuja contra la pared de concreto, un árbol arrancado yace dentro de tu casa, con forma de trapecio está tu puerta húmeda.
Aunque lo intentes es imposible correr, solo te ríes por la adrenalina que corre por tu espina dorsal, y los pelos de tu brazo apuntan hacia la tierra, una mala dirección te lleva a sentir el calor de tu sangre y un grito exclama tu boca.
Los segundos pasan y ves su sangre mezclarse con el agua que corre por la canaleta, nada grave, apretándote la costilla tercera de tu lado izquierdo.
Y todo empezó frente a tus ojos, la tormenta del vaso de agua, te levantas y saltas por el metal y la madera para buscar ayuda y solo das un paso para saber que ya estás muerto y todo fue un sueño, en tu realidad.
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