Por Arnulfo Agüero
Julia Robleto Cuadra, la eterna musa del poeta José Cuadra Vega, a quien le dedicó el libro Poemas para Doña Julia , falleció el viernes en el hospital Manolo Morales, a causa de un coma hipoglucémico, informó su nieto Manolo Aguilar Cuadra.
Su vela al que asistieron familiares, poetas y amigos, tuvo lugar ayer a partir de las cuatro de la tarde en la Funeraria Don Bosco. Hoy, a las 10:00 a.m., se celebrará una misa y posteriormente sus restos serán trasladados al Cementerio Occidental de Managua, ubicados en Monseñor Lezcano.
Ante el deceso, el poeta Cuadra Vega entre palabras entrecortadas, dijo sentirse muy abatido ante la partida de su “siempre amada Doña Julia”, pero espera en Dios y las palabras de aliento de sus amigos, los poetas, aliviar un poco la profunda tristeza que lo embarga en esta hora de dolor y soledad.
Se conocieron en su juventud cuando tenían catorce años y convivieron en matrimonio 78 años, procrearon tres hijos: Argentina, Julia María, y José, y de ellos salieron doce nietos, relató su hija Argentina Cuadra.
LA ETERNA MUSA
Este romance octogenario se convirtió en un verdadero símbolo del amor conyugal en la literatura nicaragüense, Doña Julia nació un 20 de junio de 1914 y falleció este jueves 23 de septiembre.
El libro Poemas para Doña Julia, que lleva cuatro ediciones, y que le dedicó el poeta a su amada, es una verdadera homilía al amor hogareño, y con un lenguaje muy caballeresco del cantar juglar o del buen amor como decía el escritor Franz Galich.
EL AMOR Y DIOS
Con aires de nostalgia y complicidad amorosa, el poeta Cuadra confesó en una publicación de La Prensa Literaria del 2003, cuando cumplían 70 años de casados, que su Doña Julia era su “eterna musa joven”, por lo que sentía que su amor había detenido al tiempo y que su poesía había sido un mero pretexto para alcanzarlo.
Con Doña Julia formalizó su noviazgo en 1932, cuando era una estudiante de 18 años del Instituto de Varones de Masaya. Entonces comenzaron sus primeros “escarceos conquistadores y las primeras miradillas de bizcos”, relató entonces el bardo.
Y después de haberla conquistado y haberla llevado al altar con vestido blanco mandó a la hoguera sus primeros quince poemas y ocho cartas “pecaminosas” de su noviazgo, desde entonces su lecho siempre fue arreglado con poemas, sonrisas, donde también alcanzó Dios compartiendo sus vidas.
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