Por Carlos Martínez Rivas
¿Por qué hube de ser yo la escogida, entre todas, del esposo mejor? ¿Por qué la sola exenta del resquemor de los celos? La bujía prendida en espera del tardado tardor que tarda. Conturbada.
Dividida la mente entre el amor y el desamor; lo que ha sido, será y es vuestra vida, pobres casadas. ¡Pero no la mía! No conocí la torpe excusa tras la espera, con el rouge extraño en el cuello. Mía para mí su risa de hombre triste y profundo.
Mi Don José —como dijo Rubén Darío que era Charles de Soussens—: el hombre más bueno del mundo.
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