Por Delwing Cruz Medina VIDA
No fui un espectador más. Esta vez formé parte del cuerpo de alumnos que participaron de la duodécima edición de la gala anual de la Academia Nicaragüense de la Danza, ¡A bailar se ha dicho!
Es domingo 2 de octubre. Son las 2:00 p.m. y la Sala Mayor del Teatro Nacional Rubén Darío se prepara para el ensayo general del show. Estoy nervioso, no lo puedo ocultar. Será mi primera vez sobre un escenario de gran magnitud y por si fuera poco las agujas del reloj parecen haberse congelado.
7:00 p.m. el espectáculo está a punto de comenzar. Se encienden las luces. Se sube el telón. La música suena y los grupos van desfilando uno por uno.
“Es la hora”, les dije a mis compañeros de baile. “¿Delwing, listo? ¡Con todo!”, me dice la profesora Ada Ortiz.
El rock and roll Tutifruti comienza a sonar. El 5, 6, 7, 8 venía a mi mente, pero en cuestión de segundos la adrenalina corría por todo mi cuerpo. Los aplausos no se hicieron esperar.
El telón bajó, las luces se apagaron. La gala ha terminado.
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