Comprar animales fomenta el tráfico
En el Centro de Rescate de Animales no hay pasados felices. Un felino se recupera de un machetazo, un venado se da contra las paredes cuando ve un humano, una lechuza de campanario se alborota cada vez que se le abre la jaula.
Por Wilder Pérez R.
En el Centro de Rescate de Animales no hay pasados felices. Un felino se recupera de un machetazo, un venado se da contra las paredes cuando ve un humano, una lechuza de campanario se alborota cada vez que se le abre la jaula.
Todos estos animales eran mascotas con dueños “felices”, hasta que se dieron cuenta de que los animales silvestres no pueden vivir como si fueran “parte de la familia” de los humanos.
En un día cualquiera este centro alberga unos 700 animales, todos con secuelas físicas o psicológicas, tras haber convivido con humanos.
Los miembros de la fundación Amigos del Zoológico Nacional estimaban en junio que el 70 por ciento de los animales que llegan al Centro de Rescate eran víctimas del tráfico ilegal.
Eduardo Sacasa, presidente de la fundación Amigos del Zoológico, siempre aprovecha para recordar a las ferreterías y otras empresas, que contribuyan al rescate de la fauna ofreciendo malla ciclón, para construir más y mejores jaulas para los animales convalecientes.
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“Es el mismo círculo de siempre, la gente ve los animales, les gustan, se enamoran de ellos, los compran, los hacen sus mascotas, y después de unos pocos meses, ya no los aguantan, se deshacen de ellos”, afirma Eduardo Sacasa, veterinario del Zoológico Nacional, que administra el centro de rescate.
A este lugar llegan cada semana animales heridos, desnutridos, maltratados, enfermos o víctimas del tráfico ilegal de fauna silvestre.
La cantidad es impresionante, porque hasta el momento es el único sitio a donde recurre el Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales, la Policía Nacional, la Fiscalía Ambiental, la Procuraduría del Ambiente y los donantes, cuando no hayan qué hacer con los animales silvestres.
Se trata del sitio más silencioso de todo el territorio que ocupa el Zoológico Nacional, no solo porque hay animales en cuarentena, sino también, porque algunos ni siquiera tienen aliento para gemir.
Entre ellos está un mono congo de cuatro meses de nacido. Una familia mató a su mamá para tomarlo de mascota, pero después de dos meses se dieron cuenta de que no podían criarlo. Hace días tuvo ánimo para separarse de su mamá postiza: un oso de peluche.
Para las loras es más difícil, según Sacasa, ya que estas pueden tardar hasta un año en recuperarse.
El Centro de Rescate no provee de animales al zoológico. Una vez que se recuperan, son liberados en algunas de las selvas del país, tras un doloroso proceso de recuperación.
“El mensaje es claro: no compren animales silvestres, aunque les guste y sea bonito, le va a dar problemas en el futuro”, advierte el veterinario.
Al no comprar animales, no se fomenta el comercio ilegal de la fauna, no se saca a los animalitos de sus selvas y evita su muerte anticipada, explicó Sacasa.
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