¿Desanimado porque piensa que Ortega ganará las elecciones? Le entiendo. Así me sentía yo, hasta que el pasado domingo 23, acompañé a Fabio Gadea en su gira por Ciudad Darío, San Nicolás, La Trinidad y Estelí.
Jamás en mi vida, en la que he visto centenares de manifestaciones políticas, había presenciado algo parecido. Yo no daba crédito a mis ojos al ver el júbilo y espontaneidad de las muchedumbres que se apelotonaban para recibirlo; verdaderas marejadas humanas llenas de un entusiasmo desbordante.
Mis recuerdos de la entrada de Agüero en Juigalpa, en los años sesenta, las manifestaciones de UDEL en los setenta, la de la UNO, en Acoyapa, en 1989, las de Alemán y don Enrique, eran de multitudes grandes y alegres. Pero ninguna como las que vi recientemente. Lo más extraordinario fue Estelí. Como bastión sandinista, yo esperaba poca gente. Fue todo lo contrario. Cuatro o más cuadras —la vista no alcanzaba más— apretadas de gente, seguían la doble cabina de Fabio y Mundo, mientras desde las aceras, puertas y ventanas que flanqueaban el río humano, millares de brazos y caras sonrientes saludan el paso de la caravana.
Yo no me lo esperaba. Contagiado quizás por el pesimismo capitalino, dudoso tras leer encuestas que dan ventaja a Ortega, consciente de las muchas láminas de zinc, chanchitos y gallinas que reparte a manos llenas, veía muy difícil derrotarlo.
Esta gira, más otras indagaciones que realicé con muchos de los participantes, cambiaron mi percepción. Días antes Fabio había pasado por León, en medio de la llovizna, y la multitud que se volcó a vitorearlo fue también asombrosa.
Igual pasó recientemente en Somoto, Matagalpa, Waslala y muchos otros lugares. Me lo confirmaban, entre otros, policías que lo han acompañado en las giras y que son empleados del Estado.
“Son marchas mucho más grandes y entusiastas que cuando fui candidato”, me confesaba Eduardo Montealegre, “a pesar de que esta campaña la hemos hecho con un tercio de los recursos que yo tuve”.
Son además, puedo añadir yo, marchas mayoritariamente locales; expresión del apoyo de los lugareños y no de portátiles transportadas de otras zonas.
Conversando también con los liberales locales, confirmé los reveses de Alemán. En La Trinidad puso una cuarta parte de la gente de Fabio, de los cuales la mayoría venía de otras comarcas. En Estelí no se atrevió a medir fuerzas, al igual que en León, mientras cientos de activistas se le están desgranando.
¿Apostaría Alemán a que puede sacar más votos que Fabio? Seguramente no, a menos que piense, como especulan en privado algunos de sus amigos, que Ortega le entregará fraudulentamente el segundo lugar. Difícil. Muy difícil. Porque este no arriesgará las consecuencias de un robo masivo por beneficiar a su aliado, salvo que sus propios votos estén muy debajo de los de Gadea.
Pero aún esta posibilidad se ha visto ahora complicada por la presencia de un estupendo equipo de observadores de la Unión Europea, que en coordinación con miles de nicaragüenses, estarán escudriñando minuciosamente el proceso.
Ojalá que en un acto de humildad y nobleza, Alemán prefiriera la opción que reivindicaría su dignidad y su futuro: declinar su candidatura a favor de Fabio.
Robar siempre será posible. Pero ahora será imposible sin exponer a sus autores a un costo monumental, sobre todo si el voto es masivo.
El peligro mayor que el fraude, es el desánimo, aliado siempre del mal.
Abstenerse es servirle la mesa a Ortega. Con optimismo y fe, todos debemos votar, dispuestos a expresar y defender la voluntad popular. La patria nos lo agradecerá.
El autor es sociólogo y fue ministro de Educación 1990-1998.
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