Por Eduardo Cruz
Incrementó el número de electores: antes solo podían votar las personas que tenían ciertas cantidades de dinero o eran profesionales. Aunque todavía se negaba el voto a las mujeres.
Establecía la obligatoriedad de votar.
Promulgó el sufragio directo y secreto: antes se hacían filas según el candidato por el que se iba a votar y la elección se hacía en etapas, quedando al final un número reducido de electores que decidían por toda la población.
Eliminó sufragio censitario e implementó el universal: ya no había diferencias entre la clase de ciudadanos. Ahora toda persona varón tenía derecho al voto y no solo quienes estaban inscritos.
Eliminó condiciones económicas de los candidatos: antes de 1938 un candidato a senador debía tener al menos mil córdobas libres. Después de 1938 el candidato a presidente debía tener cuatro mil córdobas y el candidato a senador, dos mil.
Hacía énfasis en las garantías ciudadanas.
Invocaba la independencia de poderes del Estado.
Establecía un estado laico.
Prohibía la reelección.
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De 1825 a 1838: Nicaragua era un Estado y a su gobernante se le llamaba jefe de Estado.
De 1838 a entre 1854 y 1857: Nicaragua siempre era un Estado, pero a su gobernante se le conocía como Supremo Director de Estado.
De 1857 a la actualidad: Nicaragua es una República y a su gobernante se le llama presidente.
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Un soldado de Walker, testigo de los hechos.
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En las elecciones de 1853, en una junta electoral de Matagalpa, el prefecto Perfecto Altamirano le daba la bienvenida a todas las personas que iban llegando al Cabildo. En esos comicios los principales contendientes para Supremo Director de Estado (presidente) eran el leonés Francisco Castellón y el granadino Frutos Chamorro. El prefecto Altamirano era “chamorrista” hasta más no poder.
Mientras acomodaba a los votantes en unas bancas, el prefecto Altamirano iba colocando a cuatro electores “chamorristas” en un extremo y a otros cuatro en el otro extremo, de tal manera que dejaba a los partidarios de Castellón en el centro. Luego advirtió que se iniciaría la votación para elegir al general Frutos Chamorro como Supremo Director.
El historiador Francisco Ortega Arancibia recogió esa anécdota, en la que tras votar los primeros cuatro a favor de Chamorro, el quinto votó por Castellón. Entonces el prefecto Altamirano, dando un golpe en la mesa regañó al votante diciéndole: “¿Qué es eso, señor? ¿Por qué interrumpe usted la votación? ¿No ve usted que se va votando por el general Chamorro?”
Previamente acordado, cuando escuchó el golpe en la mesa, el granadino Manuel Alvarado, a cargo de la fuerza militar que resguardaba el centro de votación, entró en el recinto portando dos pistolas de seis tiros, y gritó: “Señor prefecto, ¿se respeta o no a la autoridad?”. Frutos Chamorro fue electo gobernante del país en ese año.
Esta anécdota refleja lo que han sido la mayor parte de las 43 elecciones populares que se han registrado en la historia de la Nicaragua independiente desde 1821. Con la de hoy 6 de noviembre serán 44 las elecciones por voto popular, sin contar las que han sido realizadas directamente por la Asamblea Nacional o por Asambleas constituyentes, o los gobernantes que han subido al poder por golpes de Estado.
Electores reducidos
Uno de los primeros hechos que salen a relucir en la historia de las elecciones de Nicaragua es que en los primeros comicios no podían votar ni los hombres pobres, ni las mujeres. Para acceder al voto, la persona debía ser varón y tener cierta cantidad de dinero “libre”, al menos 100 pesos, estar inscrita en el censo o ser profesional. El número de personas que podía votar era muy reducido.
Y es que el voto popular siempre ha sido factor de miedo para los caudillos. En muchos de los casos, para no tener que someter la elección de los gobernantes a la voluntad del pueblo, los políticos originaban algún conflicto para desbaratar la Constitución, que casi siempre ha prohibido la reelección, organizar una asamblea constituyente que acababa designando al nuevo gobernante de Nicaragua, evadiendo el voto popular.
Por ejemplo, en 1948, a través de una asamblea constituyente el dictador Anastasio Somoza García impuso en la presidencia a su familiar Víctor Román y Reyes, porque en elecciones populares no habría sido electo por la impopularidad de Somoza, que acababa de darle golpe de Estado a Leonardo Argüello.
La influencia militar
Un elemento que también ha ejercido su influencia en las elecciones de Nicaragua es el poder militar. En los primeros comicios, en los años 1800 surgieron algunos personajes militares que fueron famosos por el control en el día de las elecciones y el temor que infundían entre los votantes. Entre ellos se encontraban Cándido Flores, Bernardo Méndez “El Pavo” y Casto Fonseca, el “Gran Mariscal”, según explica el historiador Antonio Esgueva.
A inicios de los años 1900 era el propio poder militar del general José Santos Zelaya y luego la intervención de los marines norteamericanos socavaban la institucionalidad del país. Luego también fue el general Anastasio Somoza García quien manejaba el poder ejecutivo y también era el director de la Guardia Nacional, Policía y Ejército del país.
La reelección, lo más dañino
Si ha habido un cáncer que ha carcomido a la sociedad política nicaragüense ese ha sido el tema de las reelecciones, las cuales casi siempre han producido guerras.
Entre los caudillos que más han buscado la reelección se encuentran Tomás Martínez, José Santos Zelaya, Adolfo Díaz, Emiliano Chamorro, Anastasio Somoza García, Anastasio Somoza Debayle y Daniel Ortega Saavedra.
La reelección de Tomás Martínez produjo una breve guerra civil, mientras que la reelección de Zelaya produjo el malestar de los nicaragüenses y la intervención de los Estados Unidos. Las reelecciones de Somoza dieron origen a la dictadura que duró 43 años.
En cada una de las elecciones que se han realizado en Nicaragua ha habido irregularidades, aún en las que se han preciado de ser pacíficas. Resalta siempre el hecho de que los diputados casi siempre han apoyado y reconocido a los gobernantes que suben de manera ilegal al poder.
Hoy se celebran las elecciones número 44, cuando a las 6:00 de la mañana se hayan abierto las Juntas Receptoras de Votos, en espera de los electores que elegirán al nuevo presidente de Nicaragua. La voluntad popular debe ser la protagonista.
“Para que se imponga la voluntad popular”
El historiador español Antonio Esgueva Gómez acaba de presentar un libro sobre la historia de las elecciones en Nicaragua. El académico señala que uno de los aspectos más dañino en la historia del país son las reelecciones y los conflictos políticos. Aunque por ser extranjero prefiere no opinar sobre la situación política actual, sí accedió a comentar las enseñanzas que le dejaron su investigación.
:::¿Qué lecciones pudo sacar de revisar la historia de las elecciones en Nicaragua?
Hay demasiada confrontación en función de los líderes, más que elecciones nacionales son elecciones de líderes, de caudillos y eso creo que es perjudicial.
:::¿Cómo debe ser la actitud de los nicaragüenses en el contexto de unas elecciones?
La gente se debe preparar en función de la Nación más que en función de los caudillos.
:::¿Puede mencionar otro problema en la historia de las elecciones nicaragüenses?
El de los fraudes. Don José Núñez (1837), que era jefe de Estado, en un decreto que da, alude a la obligación que tienen los servidores del Estado de facilitar las elecciones en libertad y en respeto a la voluntad de los votantes, porque esa voluntad del voto es sagrada, dice él (Núñez).
:::¿Qué es lo grave de no respetar la voluntad popular?
Si a mí me roban una cosita, me molesta. Si me roban un teléfono, me molesta. ¿Pero si me roban mi voluntad? Tal vez el teléfono es algo, si me roban una máquina puedo comprar otra, pero mi voluntad es mi voluntad.
:::¿Qué puede decir de las campañas electorales?
A mí me dan mucha tristeza las campañas electorales. Por lo mismo que decía antes, van más en función del caudillo que en función de la nación.
:::¿Qué implica una elección para un país?
Si son equilibradas, es una cosa muy bonita. El asunto es demostrar cuál es la voluntad popular y respetarla. Si no, hay una frustración. ¿Para qué son las elecciones? ¿Para qué se imponga el más fuerte o para que se imponga la voluntad popular?
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