Por Wilder Pérez R.
El río San Juan no necesita más desarrollo urbano en su territorio, porque ahora se encuentra bajo presión de la actividad humana, a pesar de que no tiene centros urbanos populosos en las cercanías de su cauce.
Así lo demostró a mediados de la década pasada el proyecto Procuenca, que buscaba mejorar la calidad ambiental del río en Nicaragua, con la colaboración del vecino Costa Rica.
Según los estudios de Procuenca, la calidad del agua del río San Juan depende de seis centros urbanos en Nicaragua y siete de Costa Rica, que alimentan el cuerpo de agua con ríos contaminados.
Por Nicaragua, el río sufre el impacto ambiental de Granada, Masaya, Rivas, Boaco, Juigalpa y San Carlos.
Desde Costa Rica, la contaminación llega por San Carlos, Sarapiquí, Upala, Los Chiles, Guatuzo, La Cruz y Pococí.
El total de habitantes que contaminan de forma directa el San Juan desde Nicaragua sobrepasa los 830,000, mientras que Costa Rica supera los 544,000.
Aunque hay unas 100,000 personas en San Carlos de Nicaragua que dejaron de tirar sus heces al río, su tocayo San Carlos de Costa Rica reportó que unas 33,000 viviendas tiran aguas residuales que hacen que el cuerpo de agua registre hasta 700 unidades de coliformes fecales por cada 100 litros, según Procuenca. Lo permisible son dos unidades.
Según los científicos nicaragüenses más prominentes en temas ambientales, datos como estos podrían aumentar con la carretera de 120 kilómetros de largo que construye Costa Rica a orillas del río San Juan, cuya margen sur sirve de frontera en una parte de su trayecto.
La carretera ya destruyó una parte de la escasa flora que quedaba del lado tico de la frontera, hay movimientos de suelo, y antes de su diseño Procuenca había advertido sobre el problema de la degradación de los suelos.
“Conlleva pérdida de nutrientes, modificación de las propiedades fisicoquímicas, deterioro de la estructura, disminución de la capacidad de retención de agua, incremento de la toxicidad”, entre otras, según Procuenca.
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