Por Arnulfo Agüero
“ Él siempre me dijo: en mi casa quiero hacer un puentecito y un escenario para la tarde y noche, e invitar a mis amigos a cantar nuestras canciones”, dijo Katia Cardenal, al referirse al sueño de su hermano, ahora convertido en el Museo Salvador Cardenal Barquero, ubicado en el kilómetro 17.7, Carretera a Masaya.
Durante esta preinauguración a donde asistieron familiares, amigos y periodistas, la cantante recordó que fue precisamente en este lugar el 8 de febrero del 2010 donde celebraron con unos veinte músicos su 30 aniversario como Dúo Guardabarranco, y la última canción que cantaron fue Araré el aire.
“Esta canción que hoy he cantado —reveló— siempre tendrá un recuerdo para mí, porque fueron las últimas palabras que lo iniciaron en la otra vida; lo dice en sus canciones, y en especial una que dice que quiere volver al cielo que él una vez conoció”.
Cree que se fue en paz con el corazón rebosante de canciones y de haber dejado la semilla sembrada, por lo que se siente complacida de poder abrir esta casa de cultura, para que las nuevas generaciones puedan conocer su obra.
Guillermo Anderson, cantautor hondureño, también rememoró sus pasos en el canto ecologista: “Soy amigo de Salvador y Katia, desde hace 30 años; y lo recuerdo paseándome por la propiedad, enseñándome lo primeros árboles que había sembrado, y contándome sobre este museo que estamos inaugurando hoy”.
En este recital del canto verde participaron los hijos de Katia: el Dúo Nina y Sebastián, y cantaron canciones del repertorio de Salvador como Mi abuela, y Nadie sabe que vendrá , y otras de sus cosechas.
Estos jóvenes vienen proyectando las lucecitas de un nuevo amanecer musical, camino enseñado por Boyoy (a como le decían a Salvador).
Nina confesó que ella ahora ama la naturaleza y el canto, precisamente porque su tío que era ecólogo le enseñó la belleza de la creación, la que dio a conocer en sus canciones.
Por su parte Sebastián cuenta ya con un repertorio de 15 canciones.
UNA CASA PARA LA FAMILIA
El perfil de este Museo Salvador Cardenal Barquero es novedoso, en relación a los otros existentes en el país que son referentes de historia, y no de ecocultura.
“Queremos que esta casa cultural sea como una finquita familiar, relajada, donde sintás su ambiente y su espíritu”, dice Katia.
Ofilio Picón, cantautor
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Cuenta con una cafetería, se podrá escuchar música ecológica, habrá un rincón de libros para niños y una sala de proyección. Posee una sala de arqueología, una de sus pinturas, de su biografía y éxitos como Dúo Guardabarranco.
En el futuro se abrirá la Sala Salvador Cardenal Argüello, el alma viva de la radio Güegüense, poniendo a la vista del público toda la colección de libros y discos.
Álvaro Agurto, representante de Katia, informó que para el año entrante estarán programando tardeadas culturales, así como conciertos, exposiciones de pintura o fotografías alusivas al medio ambiente.
Este museo es de tipo ecocultural y pretende convertirse en la referencia del canto ecológico y defensa del medio ambiente a través de las artes y, especialmente, la música, resaltó.
El valor de la entrada es voluntario. Y su horario de atención es de 10:00 a.m., a las 5:00 p.m.
También esperan que empresas, instituciones y amigos se sumen a esta causa de preservación de nuestro patrimonio cultural, dando sus donativos.
PINTOR Y COLECCIONISTA DE SIEMPRE
Antes que músico, Salvador fue pintor. Desde niño tenía la afición de recolectar conchitas de mar y pintar sobre troncos de madera o tela. Si bien en su entorno estaba rodeado de su abuelo y tíos (Salvador Cardenal Argüello, Juan Cardenal, Violeta y Guillermo Barquero) que pintaban, fue en los años ochenta que desarrolló su estilo de la mano del pintor Cabo Cuadra.
Sobre estas habilidades naturales, Katia recuerda que su hermano recolectaba ripios de madera que obtenía de una maderería que tenía su padre, haciendo de ellas sillas y mesas de madera, las que decoraba con siluetas femeninas, hojas, ángeles o cristos.
Por su lado Anderson, comenta que con él tuvo muchas experiencias, una de ellas fue la visita que hizo a Honduras, al río Cangrejal, de La Ceiba, todo el día se la pasó dibujando un rostro sobre una piedra, pasó un campesino y se la regaló. “Esos gestos eran muy de él”.
Estas búsquedas naturales de la expresión artística también le empujaron a rescatar las piezas artísticas de nuestra arqueología precolombina, ahora expuestas en Salón Precolombino Indio Desnudo.
“Salvador fue siempre un poco salvaje, le gustaba andar sin camisa, descalzo, su casa era rústica, por lo que hemos mantenido ese sabor”, recuerda con alegría su hermana Katia.
En este museo se encuentran sus sandalias y pinceles; así como sus discos y publicaciones acerca de su vida.
Su sueño era que la gente, tanto de Nicaragua como de otros países, conociera su música, pintura, colección de piezas arqueológicas y su legado en el pensamiento ambientalista, que defendió hasta el último de sus días, como fue la preservación de las tortugas y la vida silvestre. Ahora su sueño es más tangible, si usted visita el museo.
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