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“Nunca soñé con ser Miss Nicaragua, pero una vez que lo fui disfruté la experiencia. Mi autoestima aumentó y fue un año que lo dediqué a mí misma. Me decían la pelona”. LA PRENSA/ALFREDO ZÚNIGA

Claudia Salmerón

El día que la nombraron la mujer más bella de Nicaragua, en 2003, al ser elegida como Miss Nicaragua, no podía creerlo. Claudia Salmerón tenía 24 años y no era la típica señorita que deseaba ser una reina de belleza desde niña, ni de las que practicaba horas en su casa frente al espejo.

POR ELBA CRISTINA PARRALES

El día que la nombraron la mujer más bella de Nicaragua, en 2003, al ser elegida como Miss Nicaragua,  no podía creerlo. Claudia Salmerón tenía 24 años y no era la típica señorita que deseaba ser una reina de belleza desde niña, ni de las que practicaba horas en su casa frente al espejo.

Tampoco fue la típica Miss porque fue la primera en tener el cabello corto, rompiendo con el estereotipo del cabello abundante y largo de toda una reina de belleza. “Me decían la pelona”,  recuerda Claudia.

Su poco cabello fue una herramienta de publicidad entre los medios de comunicación en Panamá, donde causó polémica en el concurso Miss Universo.

“Yo no cuidaba tanto mi vestuario. No sabía de maquillaje, mucho menos de pasarela. Era desarreglada”, confiesa Claudia, de 33 años.
Su vida es de esas que  dan gusto escuchar con detenimiento, no solo por las experiencias que le ha tocado vivir, sino por la manera en que las dice. Sus comentarios siempre vienen acompañados de una carcajada contagiosa.

“En 2003 decidí regresar de Estados Unidos a Nicaragua porque estaba viviendo una etapa de mucho estrés. Trabajaba con niños en riesgo y niñas que habían sido maltratadas y abusadas. Venía cargando con todo eso. Fue cuando una tía insistió en que entrara al certamen de belleza. Mi mamá me dijo que era una excelente oportunidad para dedicarme tiempo. Así fue que acepté entrar a Miss Nicaragua y salí con la corona puesta”.

Su aspecto físico se distingue por su belleza, estatura alta, sencillez y elegancia. Su personalidad es extrovertida.
Cuando fue coronada como Miss Nicaragua, Claudia se dio cuenta de que los concursos de belleza no están llenos de participantes bellas físicamente ni vacías intelectual y cultural, como son vistos.

“Me dio mucho orgullo porque yo fui el ejemplo de ello. Yo ya era licenciada y había crecido profesional y académicamente”.
Luego de tan grata experiencia representando al país en el certamen internacional, Claudia regresó a Nicaragua para trabajar en labores sociales. Los eventos en los que participa son los que organizan las asociaciones sin fines de lucro y que se dedican a ayudar a los más necesitados. Además, no creció ni era su prioridad vivir en el mundo de la farándula ni la moda. Dos años después del certamen se casó y ahora tiene dos hijos.

PRUEBA DE VIDA

Claudia creció junto a una familia numerosa. Tiene tres hermanas y tres hermanos. Comenta que su niñez y juventud fue muy alegre porque su familia es muy unida.

“Yo fui bien fiestera. Me encanta compartir con mis hermanos y siempre salimos juntos”.
Quizá por haber vivido las más alegres navidades y cumpleaños, por haber hecho travesuras con sus hermanos y de estar siempre rodeada de personas que la apoyan y la quieren, es que a Claudia le gustaría expandir su familia y tener más hijos. “No sé cuántos, que sean los que Dios me mande”.

Hace cinco meses dio a luz a su hijo Andrés Sebastián y su cuerpo no muestra ni una seña de  embarazado reciente.
“Por salud hago ejercicios, pero también como de todo. Me gusta estar en forma para sentirme cómoda y bonita, pero también para que mi esposo me vea así. Las mujeres nunca debemos descuidarnos”.

Su hijo mayor, Manuel Roberto, tiene 6 años. Según Claudia, ser madre implica mucha responsabilidad y trabaja en función de atender y educar a sus hijos con valores y criterios espirituales.

“Para mí es muy importante cultivar mi fe cristiana. Si no lo hiciera, sentiría un vacío interno, que nada puede llenar, ni las pastillas, ni el dinero o todo lo material, solo Dios, con quien he podido enfrentar los problemas”.

El suceso más lamentable y doloroso que le ha tocado vivir fue la pérdida de un bebé que tenía cinco meses de gestación. Claudia afirma que una de las cosas que más le entristecen es saber que hay mujeres que están dispuestas a abortar o a no querer a su hijo.
“Es difícil ser mamá. El haber perdido a mi bebé es lo peor que me ha tocado vivir. Pero me di cuenta que aunque no lo voy a olvidar, sí lo puedo superar. Y lo he logrado gracias al apoyo de mi esposo y de mi familia”.

UNIDAS HASTA EN LOS NEGOCIOS

Si se necesitara buscar una excusa para ver a sus hermanas todos los días, la tienda de dulces sería la perfecta para Claudia y sus hermanas Azalea, Andrea y María Ángela. Desde mayo de este año, ellas abrieron Lollypops, una tienda exclusiva de dulces que se venden por libra y con extraordinarios arreglos.

“Ahora hasta en los negocios estoy unida a mis hermanas. Cada una de nosotras desempeñamos lo que más nos gusta. A mí, por ejemplo, me toca ver la parte de las finanzas y que todo esté en orden”.
Pero no solo están unidas en los negocios, ya que toda su familia forma parte de una escuela de agradecimientos llamada Franciscanos de María.

Una vez por semana, Claudia y su numerosa familia tienen un propósito para cambiar y ser mejores como personas. “Nos reunimos, leemos la palabra de Dios y agradecemos por la vida que tenemos y las experiencias que se nos presentan”.
Esto ha venido a ser la cereza encima del pastel para Claudia y su familia. “Y lo mejor de todo es que continuamos divirtiéndonos como cuando éramos niños”.

Un día normal de Claudia se divide entre consultorías que realiza, cuidar a sus hijos, compartir tiempo con su esposo, atender los pendientes de la tienda, ir al gimnasio y leer entre dos y tres libros.

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