Joaquín Absalón Pastora
Estamos en el proceso cristo lógico… La entonación colectiva olvida los solos, la vanidad de una voz en concertino para dar el ánimo de compartir las tesituras en una entrañable bifurcación. Así queda concebida la unión celebrante.
El público participa en los cantos, seguro de ser parte útil. La gira tonal es espontánea. Es la sinfonía coral.
Muchos compositores presentan a la religiosidad en su música. Tienen su avemaría y su aleluya. Se repite sin cesar a Schubert y Haendel. En este se canta: “Todos los valles se alzarán, la voz del que clama en el desierto anuncia alegremente cómo cambiará el mundo con la llegada del Mesías”. Lo vivimos en el contacto entre las contramelodías y la serena siciliana para soprano. Qué bien caería este trozo en Elisa Picado. Se recibe de la orquesta y de los coros el mensaje definido de la estrategia artística de empinarse con la voz como lo hace Bernardo Gordillo.
Las voces humanas cuando están en función (aria, coro o recitativo) desmejoran el valor asignado a los instrumentos fabricados por el hombre o dicho con exuberante cortesía, por la artesanía que ha puesto al sonido en la boga. Y la razón es Dios (no soy agnóstico), fue Él arquitecto de la voz humana y esta a su vez es la inspiración reproductora.
En estos días la Biblia es para cantarse y no para leerse. Haydn hizo La Creación , la historia cantada de la formación del mundo. Antes se había puesto La Pasión según San Mateo de Bach. Solistas vocales, doble coro, bajo continuo. Tampoco puede dejar de mencionarse el Gloria In Excelsis de Vivaldi.
Conectemos el oído con el alma en este diciembre con las prendas de la música coral.
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