Tenía que morir y se murió al fin sin saber que había muerto. Pero la verdad es que ahí está bien muerto el pobre Josecito. Doña Julia —su doña Julia— a quien cantara en amorosos versos, se dio cuenta hasta mucho tiempo después que él se muriera. Primero lo tocó, muy suavemente, con miedo casi se dijera y cuando ya no le sintió calor ni oyó el rumoroso pálpito en su otrora agitado corazón, amante, hoy por siempre dormido, dormido para siempre, musitó dulcemente: —En verdad de verdad que don José está muerto. Quemantes lágrimas como ardientes ríos sus ya cansadas mejillas surcan y el corazón dolido de doña Julia llora sobre el gélido pecho de don José, su amado, que en amorosos versos antaño la cantara.
Antología
Poemas para doña Julia y otros poemas
José Cuadra Vega
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