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El sillón de la Mamá Negra

En un hogar los muebles son indispensables, sillas de madera, las famosas pata de gallina que nos contaba mi abuela y que tuve la dicha de sentarme en una de ellas, butacas o mecedoras y los modernos sofás; pero a la casa llegó un día el Gran Sillón, nombre que se le dio al mueble de color café con toques marrones, suave, súper moderno con una palanquita en el brazo derecho. Con solo girarla un poco sentías como tus pies se elevaban lentamente y en segundos disfrutabas de mejor comodidad, lo suficientemente ancho como para que dos personas se sentaran cómodamente. A pesar de ser un sillón de cuero no era caliente como los demás sillones de cuero.La dueña absoluta del Gran Sillón era la Mamá Negra, mi abuela, así le decíamos todos de cariño, fue un regalo de mi tía Tina, se lo mandó desde los Estados Unidos para el cumpleaños número 80 de la Mamá Negra. Me la ganó el bendito sillón por lo menos él tuvo la dicha de ser montado en un avión y yo nada, cuando lo vimos por primera vez parecíamos dundos e impresionados de ver el hermoso sillón café marrón acaparando la atención de todos y del espacio en la sala. Todo el que se sentaba en él no quería levantarse. Todos se peleaban por estar sentados en el Gran Sillón.La Mamá Negra discutía con todos ya que cuando quería sentarse en su sillón siempre había alguien sentado en él. Muy molesta decía: “¡Ya la cagaron! si el sillón es mío, a ver, fuera; que yo soy la dueña, y soy la que menos lo disfruta”.

Por Cecilia Jaén

En un hogar los muebles son indispensables, sillas de madera, las famosas pata de gallina que nos contaba mi abuela y que tuve la dicha de sentarme en una de ellas, butacas o mecedoras y los modernos sofás; pero a la casa llegó un día el Gran Sillón, nombre que se le dio al mueble de color café con toques marrones, suave, súper moderno con una palanquita en el brazo derecho. Con solo girarla un poco sentías como tus pies se elevaban lentamente y en segundos disfrutabas de mejor comodidad, lo suficientemente ancho como para que dos personas se sentaran cómodamente. A pesar de ser un sillón de cuero no era caliente como los demás sillones de cuero.

La dueña absoluta del Gran Sillón era la Mamá Negra, mi abuela, así le decíamos todos de cariño, fue un regalo de mi tía Tina, se lo mandó desde los Estados Unidos para el cumpleaños número 80 de la Mamá Negra. Me la ganó el bendito sillón por lo menos él tuvo la dicha de ser montado en un avión y yo nada, cuando lo vimos por primera vez parecíamos dundos e impresionados de ver el hermoso sillón café marrón acaparando la atención de todos y del espacio en la sala. Todo el que se sentaba en él no quería levantarse. Todos se peleaban por estar sentados en el Gran Sillón.La Mamá Negra discutía con todos ya que cuando quería sentarse en su sillón siempre había alguien sentado en él. Muy molesta decía: “¡Ya la cagaron! si el sillón es mío, a ver, fuera; que yo soy la dueña , y soy la que menos lo disfruta”. La realidad de las cosas a ella no le gustaba mucho porque decía que era muy caliente. Después de dos años un buen día el sillón apareció con una cortada en el brazo derecho. Eso fue sospechoso. Es un misterio que no se ha resuelto aún. La cosa es que cuando se lo llevaron para repararlo todos extrañados e impresionados decían: “¿Y qué pasó con el Gran Sillón?” “¿Por qué se lo llevaron?” “¿Cuándo lo regresan?” “¡Cuidado se lo roban! Mamá Negra que le traigan su sillón!, la verdad todos estaban tan pendientes de cuándo regresaría, y después de tres semanas regresó por fin, pero la Mamá Negra muy molesta los reunió a todos en la sala mostrando una factura de cuánto había costado la reparación, y que no quería que nadie se sentara en el sillón, también dijo que cuando ella muriera al que se sentara en él, le pellizcaría el culo, pero eso era imposible, cuando la Mamá Negra hacia la siesta por las tardes siempre había alguien sentado aprovechando el poco tiempo antes de que despertara.

Cuando la Mamá Negra murió nadie quería sentarse en el Gran Sillón, estaba en una esquina abandonado, algunos lo miraban con las ganas de sentarse pero pesaban más las palabras que la Mamá Negra había dicho, y luego se alejaban con gran pesar. Pasó un mes y uno de sus nietos dijo: “Bueno yo me llevo este sillón a mi casa porque la Mamá Negra me lo regaló”, todos se quedaron pasmados e impresionados, la Tía Chepita una de las hijas menores de la Mamá Negra le dijo: “Pues si ella te dijo eso, llevátelo”. Y así fue, llegó una camioneta verde lo montaron entre seis hombres ya que era muy pesado. En las primeras semanas se sentía el vacío que había dejado el gran sillón que ahora ha sido olvidado y repuesto por otros muebles, pero el vacío que dejó la Mamá Negra nunca lo podremos reponer con nada.

Cultura

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