Año que te vas marchito,
te dejo, me dejas,
has agotado tus días,
no te acompaño aún,
tienes que irte ahora
inevitablemente te agotas.
Sucesos que con vos se van
para unos fueron dolores,
en otros regocijo y alivio,
penas, gozos e indiferencias,
alternándose transcurren perdidos,
idos, con tus santos y señas
vividas, sin vivir o muertas,
bajo la sombra vasta de la temporal estirpe,
en el perecedero siglo que apenas inicia.
Con sus resacas de antaño,
pesados nubarrones surcan
anunciando modernas tempestades,
de añejos males y desteñidas aureolas;
tragedias anunciadas, pronósticos,
promesas rayando el confuso horizonte,
esperanza fresca y floreciente,
como un renacer eterno del calendario,
prisa por irse del otro,
que terminó sus páginas,
vio vencido puntual su tiempo.
Yo soy todavía, tú apenas eres.
¡Llévate con tu último aliento
mis pesares pasados!
Más que míos,
ellos fueron tuyos.
Del poemario HUELLAS DEL OTOÑO
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