Por: Carla Torres Solórzano*Vida
Después de disfrutar la dicha y felicidad que se derrama durante la ceremonia de la boda y la luna de miel, la pregunta del millón es ¿y ahora dónde vamos a vivir?
Sandra Ney, psicóloga de Clínica San Juan, explicó que para algunas parejas no es tan importante donde vivan mientras estén juntos, todo es que exista un sentimiento común: el amor.
“Si bien es cierto el amor es la base del matrimonio no se debe dejar a un lado los temas de la finanzas, vivienda, los hijos, entre otros, ya que con el tiempo pueden ser motivo de malestares dentro de la pareja si no se dejan claros y si no se toman como una prioridad”, dijo.
EN CASA AJENA
La psicóloga explicó que al inicio puede que se encuentren con muchas dificultades económicas y necesiten de la ayuda de las familias, por lo que vivir con los padres o parientes, resulta ser una opción muy beneficiosa y conveniente .
“No se debe olvidar que la casa de los padres constituye una familia aparte y por tanto ya existen reglas preestablecidas y costumbres, las que no representarán ningún problema para el cónyuge que proviene de ese hogar pero sí para el otro quien probablemente tenga una experiencia de vida familiar muy distinta”, comentó.
Para Ney es necesario recordar que aunque solo se trate de dos personas, al iniciar una vida juntos ya son otra familia.
“Además tendrán que ir construyendo un espacio propio que les permita ser libres de decidir sobre cómo quieren llevar su hogar basado en sus valores morales, su cultura y sus experiencias propias, las que acumularán a lo largo de la convivencia”, subrayó.
Además al vivir solos aprenderán a asumir los gastos y responsabilidades domésticas, así como la crianza de los futuros hijos.
En cuanto a los suegros, la especialista destacó que estos deben respetar el espacio de esta nueva familia y brindar el apoyo cuando sea necesario.
Al vivir aparte las intromisiones de los parientes están limitadas ya que estas pueden llegar a afectar negativamente las relaciones familiares o de la pareja.
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