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Junto a su esposo Óscar García, Aída Mayorga ha creado una exitosa empresa textilera y una hermosa familia con dos hijos, Óscar y Aída Alicia.

Y el Oscar es para… ¡Aída Mayorga!

Los clientes se mostraban fascinados con la forma de atender de Aída Mayorga. “Que esa niña me atienda, porque atiende de maravilla”, le decía la gente a doña Aída Rosa Ramírez, la mamá de la pequeña, quien desde hace mucho tiempo tiene un tramo en el mercado de Masaya.

Por: Eduardo Cruz

Los clientes se mostraban fascinados con la forma de atender de Aída Mayorga. “Que esa niña me atienda, porque atiende de maravilla”, le decía la gente a doña Aída Rosa Ramírez, la mamá de la pequeña, quien desde hace mucho tiempo tiene un tramo en el mercado de Masaya.

De su infancia Aída recuerda pocos juguetes. Dos muñecas de trencitas a lo sumo. Lo que sí recuerda es que aproximadamente a los 6 años, se iba a hacer mandados y en los buses la gente se preguntaba qué hacía esa niña sola.

Algo que siempre le llamaba la atención a Aída era ver el esfuerzo de su madre para criarla a ella y a sus cuatro hermanos menores. En la casa, su mamá era padre y madre. A veces la mamá les decía: “Hijos, hoy vamos a comer solo tortilla con sal, porque no vendimos nada”. Aída le ayudaba a su mamá a vender en el mercado de Masaya y también a cuidar a sus cuatro hermanitos, sin pensar que en el futuro esa experiencia le iba a ser de mucha ayuda en la vida. “El mercado enseña, más que las universidades”, asegura.

Mientras ayudaba a su mamá, Aída también estudiaba. Cuando se bachilleró, entró a la universidad a estudiar Derecho. Pero después los estudios de las leyes quedaron paralizados. Otra pasión le hacía guiños: el diseño de modas. Y no le quedó más remedio que iniciar el aprendizaje de confeccionar ropa.

“Como jefa soy exigente. Sí soy un poco enojada. Yo les digo (a sus trabajadores) que cada prenda no solo debe hacerse por dinero, sino también por amor. Yo siempre quise ir más allá del mercado, darle empleo a otras personas, a las mujeres”.

Primero ofreciendo ropita para bebé en el mercado de Masaya y luego colocando allí mismo una mesita de madera, con unas cuantas piezas de ropa que ella misma confeccionó, así Aída empezó su propio negocio, junto a su esposo Óscar Terencio García Palacios. Ahora es una empresa que ha rendido buenos frutos y hasta exporta a otros países. La tienda se llama Creaciones Oscaritos.

Al inicio Aída no sabía nada de costura, porque aprendió hasta después que se matriculó en la universidad para estudiar Diseño de Modas. Comenzó a elaborar sabanitas, pañaleras y otros artículos para bebés. La primera venta fue de 200 córdobas. Hoy en día exportan 20 mil piezas mensuales a Puerto Rico y Miami y han exportado hasta a Alaska.

La tarea no ha sido fácil. Primero, Aída y Óscar sacaron un préstamo en una microfinanciera. El interés de la deuda era demasiado alto, pero había que buscar financiamiento. En aquel momento, en el año 1997, fueron dos mil córdobas por los cuales tuvieron que dar como garantía un pequeño televisor y una cama en la que la pareja dormía, en un cuarto que les facilitaron los padres de Óscar. El negocio se estrenó con buen pie, pues pronto empezaron a recibir encargos de la ropita de bebé que confeccionaba Aída.

La tienda comenzó con una máquina de coser negra, de un solo pedal, que les prestó doña Aída Rosa Ramírez. Al principio Aída misma cosía, pero no era su fuerte. Entonces contrató a Rosita para que se encargara de coser y quien aún hoy trabaja en Oscaritos.

El matrimonio recibió con felicidad el nacimiento de su primer hijo, Oscarito. Pero pronto los médicos les dijeron que el niño tenía una lesión cerebral. Les decían que no iba a caminar tan pronto, que no iba a hablar, pero los preocupados padres pusieron a su hijo en las manos de Dios. “A los ocho meses sanó, después de muchas oraciones”, recuerda Aída. Desde que nació Oscarito, hay otra persona que siempre acompaña a la familia, doña Olguita, quien comenzó siendo la nana del niño, pero ahora es como una madre para toda la familia.

Luego vinieron más obstáculos. Aída salió embarazada en otras ocasiones, pero por problemas en la placenta perdió los bebés. La pareja deseaba otro hijo y Aída se sometió ocho meses a tratamiento médico para poder dar a luz de nuevo. Desde su cama, con un teléfono a la par, Aída pasó ese tiempo dirigiendo su negocio. “Me llamaban para los colores, para todo y yo dirigía desde mi cama”, recuerda.

Y es que en su negocio Aída es muy exigente con la calidad. “Como jefa soy exigente. Sí soy un poco enojada. Yo les digo (a los trabajadores) que cada prenda no solo debe hacerse por dinero, sino también por amor. Yo siempre quise ir más allá del mercado, darle empleo a otras personas, a las mujeres”, dice esta mujer que en el 2006 fue elegida como empresaria del año por la Cámara de Industrias de Nicaragua. Poco después nació la bebé que tanto esperaban, Aída Alicia.

En la medida que Aída avanza en su negocio, en esa misma medida trata de darle oportunidades de empleo a las mujeres, especialmente a madres solteras que carecen de educación formal. Alguien le enseñó una vez que en Nicaragua podrá no haber empleos, pero trabajo hay mucho, dice.

En el camino, Aída ha aprendido a confeccionar ropa para niños de distintas culturas. Por ejemplo, para las niñas de Puerto Rico sus preferidos son los vestidos con colores fuertes, con cintas y de tirantitos, que dejan algo del cuerpo al descubierto, tal vez debido al clima tropical de ese país. Pero en Nicaragua, las madres son más recatadas para vestir a sus hijas con vestidos más cerrados.

Un empuje en el negocio llegó en el año 2002, cuando Oscaritos comenzó a exportar hacia países como Estados Unidos y Puerto Rico, con las marcas de ropa de bebé Baby Star, Johnbert y Pícaros, y también comenzaron a trabajar con zonas francas y diferentes supermercados del país. Además comenzaron a llegar los premios, por producción limpia, por innovadores y por varias virtudes de Creaciones Oscaritos.

Cuando Aída conoció a quien ahora es su esposo, lo primero que le llamó la atención es que era un hombre con muchas cualidades. “Era un hombre que me acercaba a Dios”, recuerda, y ahora reconoce que también ha sido su gran apoyo. Óscar García casi siempre está leyendo historias de personas exitosas. “Él está detrás de mí”, afirma Aída.

Lo que una vez empezó con la mesita de madera y unas cuantas piezas de ropa para bebé, ahora está convertido en Creaciones Oscaritos, una empresa que inició con una pequeña máquina de coser, pero que ahora cuenta con más de sesenta máquinas de coser industriales, con 42 trabajadores y una infraestructura ubicada desde el año 2004 en el kilómetro 28 de la Carretera Masaya- Managua.

Aída reconoce que fue su madre quien le enseñó el camino de una vida de trabajo y de esfuerzo. “Yo no me voy a quedar en la casa esperando a que un hombre me lleve un plato de comida, yo tengo que hacer algo”, dice con firmeza.

La creadora de Oscaritos ríe al recordar que su vida está rodeada de Óscares, pero no por los premios del cine, sino porque su esposo se llama Óscar, su hijo también se llama Óscar y su papá, a quien conoció hasta cuando ella tenía 15 años, también se llamaba Óscar.

En algo que Aída no se quiere quedar atrás es en los estudios. Aunque por el momento está enfrascada en su negocio, y aún no sacará las cuatro o cinco clases que le faltan para ser abogada, sí se ha preocupado por instruirse en el ramo del negocio y ha recibido cursos en línea de cómo manejar su empresa. “No podemos quedarnos estancados”, comenta, mientras muestra todas las herramientas con que cuenta su empresa y los vistosos vestidos que exporta hacia Puerto Rico y Estados Unidos.

Todavía recuerda de cuando niña vendía en el mercado de Masaya junto con su mamá, y de cuando viajaba en los buses haciendo mandados, aunque ahora ella no quiere dejar salir solos a sus hijos ni por un segundo. Oscarito, a como ella le llama, estudia y ahora es voluntario en los bomberos, a pesar de que los médicos no daban buen pronóstico sobre su salud. “Dios siempre es primero”, dice la mujer que fue formada por doña Aída Rosa Ramírez, la señora que aún vende en un tramo del mercado de Masaya.

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