A Regina
Mamá está orgullosa de mí
porque a mis veinte años
no he probado
ni una sola gota de alcohol
por eso cedió
darme permiso
de venir a este mundo.
Lo que ella no sabe
(qué tristeza mamá)
es que el orgullo que siente
por la ingenuidad
que Dios le imprimió en su frente
se proyecta en la falta de confianza
de ese doble mía
que anuncia la llegada
de la siguiente ronda de cervezas.
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