Esto fue todo lo que nos contó Berta Valle tras hacerle una entrevista exclusiva a Revista Nosotras.
Lo tenía todo: casa, familia, estudios, amigos, una relación sentimental estable, un buen empleo y una buena posición económica. Pero nada era suficiente. Nada ni nadie llenaba el vacío que sentía. Cada mañana se le dificultaba despertar, una profunda insatisfacción invadía su ser, y ella sin saber por qué. Debía levantarse, alistarse y preparar su mejor sonrisa para animar y transmitir alegría a la audiencia, y así lo hacía. Cuando estaba frente a las cámaras no fingía. Todo en ella era natural y espontáneo, pero no tanto como lo deseaba.
Berta Valle, con sus ojos color esmeralda que se cristalizan con cada palabra que pronuncia, confiesa que por años sufrió de depresión sin poder entender las causas. Recibió ayuda profesional y tratamiento médico, pero tan solo minimizaba el problema, nada curaba lo que sentía.
¿Qué podía hacerle falta a una joven bella, profesional, carismática, ojos claros, de cabello castaño, realizada en el amor y reina de belleza? Eso mismo se preguntaba todos los días sin obtener respuestas.
Después de andar en la búsqueda espiritual, una mañana en el 2009, conoció a una pareja joven, Lindsay y Dominic Russo, que llegó al programa a promocionar una campaña evangelística que tendrían.
“Yo estaba escéptica ya que había sido educada toda mi vida en la fe Católica. Nadie de los presentadores queríamos hacer la entrevista, pero decidí hacerla. Les hice las preguntas básicas de una entrevista, quería terminar rápido, pero increíblemente algo especial sucedió mientras escuchaba el mensaje. Al finalizar la entrevista, Lindsay se me acercó y me dijo: Jesús te ama, y me invitó a una actividad, ala cual accedí sin estar del todo convencida”.
Un encuentro personal con Dios
Berta es la segunda de tres hermanos. Su hermano mayor fue el primero de su familia en convertirse al evangelio. Él siempre la invitaba a que asistiera a su iglesia, pero ella no aceptaba. “Le respondía con escepticismo. Mi hermano me decía que Dios le había hablado a través de una profeta que le dijo que él y toda la casa le serviríamos. Yo lo cuestionaba y le pedía que por favor se guardara sus prédicas”.
Pese a que ella decía estar bien, su corazón le dictaba lo contrario. Inquieta por aquella invitación que recibió, Berta decidió asistir, “rebelde e incrédula, así fui”. Ese día todo en ella cambió. Todo lo que creía que era una actuación, ella lo vivió.
“Yo no creía en nada de lo que hacían y pensaba que las manifestaciones de júbilo con llantos y desmayos eran un show. Como católica, a pesar de considerarme espiritual, siempre fui muy tradicional en la manera de alabar a Dios. En la actividad predicó la conferencista y escritora norteamericana Lisa Bevere. Cuando llegó el momento de la oración, todos se pusieron de pie y levantaron las manos.
En ese momento, a pesar de mis dudas, con los ojos cerrados, le hice una oración a Jesús con todo el anhelo de mi corazón y le dije: Si es verdad lo que esta gente dice, en tu nombre te pido que me sanes de esta tristeza y te manifiestes en mi vida porque quiero conocerte. Mis manos comenzaron a temblar sin que yo las moviera, experimenté un gozo y una paz profunda. Cuando la predicadora oró por mí, caí en descanso y al despertar sentí que ya no era la misma persona. Entonces comprendí que Jesús no es una religión. Él es el Señor y nos ama”.
Posterior a ese encuentro, la renovación en el interior de Berta comenzó. Ya no sentía más tristeza, ni necesitó recibir más tratamiento; al contrario, sintió la necesidad de hacer ayuno, de leer la Biblia y de congregarse en la iglesia de la cual su hermano le habló. Su necesidad era contarles a todos sobre lo que Jesús había hecho en su vida y conocer más de ese Dios vivo, aunque no todos la aceptaban.
“Creo que fue un cambio difícil de asimilar, incluso para mi esposo que es católico. Algunos de mis compañeros del canal no me comprendían, porque yo dejé de asistir a fiestas y empecé a comportarme diferente. Me aparté de todo lo que consideré que no me edificaba y ellos decían que andaba de ridícula. No fue fácil, pero con el tiempo me mantuve firme y ahora cuento con la comprensión y el respeto de mis colegas, amigos y familiares”.
Nuevas metas
El 23 de diciembre del 2011, Berta Valle se despidió definitivamente de los televidentes de Primera Hora. Semanas antes ella había anunciado que se retiraría para enfocarse en cumplir una de sus metas: estudiar una Maestría en Administración de Empresas (MBA) en el Incae, Campus Francisco de Sola.
“Desde hace mucho tiempo quería estudiar una maestría y me decidí por esta porque además de permitirme residir en Nicaragua, es una de las mejores escuelas de negocios de América Latina. Estos conocimientos son necesarios para mis nuevos proyectos”.
El pasado 7 de enero, Berta y Félix cumplieron seis años de matrimonio. Ella confiesa que su esposo la respeta y valora y que ha sido de gran apoyo en su vida, personal y profesional, tanto que él decidió ir a vivir con ella al Incae, donde permanecerán por 15 meses a partir de febrero próximo.
Una vez que Berta culmine su maestría desea regresar a las cámaras de televisión, pero ya no en Primera Hora, sino dirigiendo nuevos proyectos, presentando propuestas con contenido social, con enfoque en derecho y mensajes positivos. También contempla el anhelo de ser madre.
“Iba a cumplir 22 años cuando me casé. Estaba muy enamorada y ahora lo estoy más. Casarme con Félix fue la mejor decisión. Él y yo deseamos tener pronto a nuestro primer hijo. Comprendemos que ser padres es una gran responsabilidad, que solo con amor y madurez se puede realizar. Tampoco queremos esperar tanto tiempo para compartir nuestro amor con ese ser que nos inundará de más felicidad”.