Redacción: Wilder Pérez R.
Gráfico: Bismarck Rodríguez G.
Imagine la belleza de la Reserva de Biósfera Río San Juan de Nicaragua, con su naturaleza casi virgen, aire puro y un río caudaloso. Ahora piense en ese mismo lugar, con la carretera que construye Costa Rica del otro lado, con urbanizaciones creciendo, criaderos de mosquitos en vez de animales silvestres, y un modelo económico de turismo urbanizado, frente a un cuerpo de agua de color chocolatoso, cargado de agroquímicos.
Ese es el futuro que Costa Rica, el país que más agroquímicos consume por hectárea en el mundo, tiene proyectado para el río, aparentemente en venganza por el conflicto de Hardbour Head, pero con intereses económicos aún desconocidos.
El proyecto ha despertado todo tipo de preocupaciones entre expertos ambientales y amantes de la naturaleza. Todos coinciden en que los efectos ambientales solo pueden ser negativos.
Hasta el momento, 11 meses después de iniciada la construcción, Costa Rica se ha negado a mostrar los estudios de impacto ambiental y apenas en la víspera de una visita de la Corte Centroamericana de Justicia al sitio y a las puertas de un juicio en La Haya, ha anunciado apuradamente un plan de reforestación a lo largo de los 160 kilómetros de vía. La construcción de una infraestructura de esa naturaleza requiere de un diseño calculado milimétricamente, no obstante, las fechas de algunos informes indican que hace 12 meses el Gobierno costarricense todavía discutía si hacerla o no. La semana pasada el proyecto se detuvo cuatro días por exceso de lluvias.
Todavía no se sabe la magnitud de los efectos. El experto Victor Tercero Talavera, arquitecto y especialista en temas ambientales, ayudó al equipo de LA PRENSA a identificar algunos de los impactos que la carretera traerá, sumando los que ya habían advertido algunas Organizaciones No Gubernamentales, el Ministerio del Ambiente y la Cancillería de la Republica.