Por: Wendy Álvarez Hidalgo
I ENTREGA
Celia Briceño casi siempre sonríe. Tiene 26 años, es madre soltera, bachillera y quiere ser psicóloga. Pero por ahora sus aspiraciones deben esperar. Sus bajos ingresos no se lo permiten. A diario trabaja casi 11 horas en una maquila en la Carretera Norte, como supervisora de calidad de productos.
Pasa casi todo el día sentada revisando pieza por pieza, que a nivel internacional recibe buena paga. Y por ese trabajo recibe 4,000 córdobas al mes (unos 173 dólares). “Esto es súper duro, porque los salarios son muy bajos”, dice después de una larga jornada laboral. Hoy, como todos los días, tampoco hubo un minuto para el descanso, solo hay tiempo para almorzar. Tiene siete años en la maquila y entró “por conecte”, cuenta, cuando a los 18 años tuvo que abandonar los estudios porque quedó embarazada.
Celia dice no ser amante de la matemática. Los números nunca han sido su fuerte, pero en los últimos años ha aprendido a convivir con ellos. Raras veces suma, casi siempre resta en las compras de su casa. Y es que ella forma parte de los más de 100 mil trabajadores que en Nicaragua sobreviven con el salario mínimo, calculado en un promedio de 3,012 córdobas.
Con ese ingreso mínimo las familias no logran cubrir ni el 30 por ciento de la galopante canasta de bienes y servicios, que al cierre de 2011 supera los 10,135 córdobas, según los últimos datos del Banco Central de Nicaragua (BCN) . “En la casa hacemos tripas y chorizos con el dinero”, afirma esta obrera de la confección mientras asegura que no se dará por vencida: “Quiero ser psicóloga o traductora de idiomas”.
LAS DISPARIDADES
Las cifras oficiales son contundentes. No dan pie a confusiones o populismo. Solo un sector, de los 11 que se rigen bajo el salario mínimo, puede cubrir el 40 por ciento de la cesta familiar. El resto alcanza el 20 o 30 por ciento. Celia pertenece a este último tramo, porque los 4,000 córdobas de salario no es su ingreso básico.
Para llegar a los 2,000 córdobas a la quincena, esta obrera debe cumplir un estricto régimen laboral. No puede faltar ni un día al trabajo, debe cumplir las ocho horas extras semanales exigidas, lograr la meta de producción y debe entrar a las 7:00 a.m. Si marca fuera de ese horario pierde por quincena el incentivo (250 córdobas) y un viático (100 córdobas). Entonces las cuentas en su casa no le saldrían.
Tampoco hay tiempo para vacacionar. Todas son pagadas. En el mes vive de prestar dinero o fiar en la venta. “Siento que trabajo y trabajo y que mi vida no cambia”, dice mientras observa fijamente la salida de sus más de 700 compañeros de trabajo que comparten historias similares.
Entre 2007 y 2011 el precio de la canasta de 53 productos se ha incrementado en 2,150 córdobas (un 22 por ciento), según cifras oficiales. Solo en gastos para alimentos el ajuste ha sido del 26 por ciento. En datos reales, en 2007 un hogar desembolsaba en promedio 4,493 córdobas para comprar alimentos, hoy necesita 6,068 córdobas.
Y aunque el incremento en el apartado para vestuario, no ha sido similar al de los alimentos, comprar una prenda de vestir para los hogares que sobreviven con el salario mínimo se ha convertido en un lujo. Bien lo sabe Celia que debe ahorrar durante dos quincenas para comprarle un par de zapatos a su pequeño hijo. “Eso me obliga a recortar gastos como el pago de comida en mi trabajo”, cuenta. En 2007 una familia debía destinar 696 córdobas para ropa, hoy necesita 995, según datos del BCN.
NI LOS QUE “MEJOR” GANAN PUEDEN
Los trabajadores de la construcción, servicios básicos, comercio y sector financiero son los únicos trabajadores que ganan la paga mínima, cuya capacidad de cobertura de la canasta oscila entre el 37 y 45 por ciento. Julio García es maestro de obra en construcción. Comenzó como ayudante, con piocha y pala se refugió en la construcción tras quedar desempleado con la caída del primer gobierno de Daniel Ortega a finales de los ochenta.
Este obrero de 48 años estudió en Cuba. Se especializó en manejo de explosivos. Tras la caída de la revolución sandinista no encontró quien lo empleara. Se fue como albañil a picar piedras y remover el cemento. “Mis ingresos eran una miseria”, cuenta. Le pagaban 14.09 córdobas por hora. Con ese ingreso debía mantener los gastos de sus dos hijas, su esposa y el pago del alquiler.
En los últimos cinco años, Julio reconoce que su paga ha subido a “cuentagotas”. Lo ha logrado porque desde el 2004 decidió estudiar cursos técnicos. Eso le ha permitido que sus ingresos hoy sumen 6,000 córdobas al mes.
Pero, al igual que su salario, sus gastos también se han elevado. Su hija mayor irá a la universidad este año y su otra hija terminará la secundaria. ¿Quién cubrirá esos gastos? “Nosotros los pobres solo podemos estudiar con becas o en escuelas públicas”, lamenta.
Y aunque Julio tiene un ingreso de 6,000 córdobas, este se ve reducido porque cada mes debe pagar 1,800 córdobas por una casa que obtuvo a través del Gobierno. “Además debo pagar servicios básicos. Es difícil estirar el dinero”.
Celia y Julio comparten otra limitación en común: casi nunca hay dinero para la diversión y el ocio, como se establece dentro del gasto básico que incluye la cesta familiar. Sus únicos sitios de esparcimiento familiar son los parques públicos.
“Lo único que quiero es que mis hijos se preparen para que no pasen tantas limitaciones económicas por no tener un buen salario”, sostiene el obrero de la construcción. Ese mismo sentir comparte Celia, quien asegura que “si me toca reducir más mis gastos personales para que mi hijo nunca falte a la escuela, lo haré”.
C$10,135.9 es el precio de la canasta básica de 53 productos hasta diciembre pasado. En 2007, según datos oficiales, el costo de la misma canasta era de 7,713.9 córdobas.
Ver en la versión impresa las páginas: 12 A