Por Moisés Martínez
Aprovechando que la pantalla de los cines está colmada de comedias simplonas y el taquillerazo en 3D de la semana, aposté por ver cuánta era la alharaca por la nueva versión de Sherlock Holmes.
Que era mejor que la primera, que Robert Downey Jr. era un fenómeno de la comedia. Críticos y público en general cayeron rendidos. Sin embargo, Holmes 2 es en realidad solo una reiteración minuto a minuto del hipercafeinado estilo visual del director Guy Ritchie, y que tiene como única novedad la valiente decisión de jugar con el doble sentido de la relación entre Holmes y Watson, llevándola más allá de ser compañeros de aventuras.
¿Y el señor Downey Jr.? No olvidemos el caso del Jack Sparrow de Johnny Deep. A pesar de ser el mejor personaje cómico construido por actor alguno (en Hollywood aclaro) en la última década de cine, finalmente no pudo él solo cargar con todo el peso de una franquicia, y esta terminó naufragando.
El Holmes de Downey Jr. no tendrá los mismos quilates del capitán Sparrow, pero el desparpajo con el cual es interpretado terminó fascinando a las masas durante la primera película de la serie. Pero en Holmes 2 la exposición exagerada que hacen del personaje termina sintiéndose como una terrible resaca de la primera entrega.
Ritchie sigue fiel a sus orígenes, y construye algunas escenas que terminan siendo bastante atractivas (la persecución y tiroteo en un bosque es el perfecto ejemplo de esto), pero no podemos esperar que unas cuantas secuencias sostengan la calidad de toda una franquicia.
El director británico va más allá incluso que sir Arthur Conan Doyle, quien cansado de su famoso personaje, decidió matarlo en un lucha mortal con su peor enemigo en los desfiladeros de una cascada. Ritchie es respetuoso de las novelas originales, pero sabe perfectamente que no estamos en el Londres de la época victoriana. En el Hollywood del siglo XXI Holmes tiene que vivir, para lucro de una franquicia y sus ambiciosos propietarios.
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