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Un golpe de suerte

En el campo de golf Yader Jara es un hombre feliz. Se le ve sonreír bajo el inclemente sol de verano y golpear la pequeña y redonda pelota blanca a cientos de metros de distancia. Platica con sus pupilos y les muestra técnicas que mejoran su estilo y golpe. Aquí sobre la verdosa grama, Jara es el maestro.

Por Róger Almanza G.

En el campo de golf Yader Jara es un hombre feliz. Se le ve sonreír bajo el inclemente sol de verano y golpear la pequeña y redonda pelota blanca a cientos de metros de distancia. Platica con sus pupilos y les muestra técnicas que mejoran su estilo y golpe. Aquí sobre la verdosa grama, Jara es el maestro.

Es uno de los pocos profesionales de golf certificados en el país. Lo avala una certificación de la Federación de Maestros de Estados Unidos de Norteamérica, que logró el año pasado y que hoy lo llena de orgullo.

Viste de gorra para defenderse un poco de los rayos del sol. Una camiseta estilo polo y pantalones de “vestir”, además de unas extrañas zapatillas con dientes afilados en la suela que se agarran de la indefensa grama, atuendo obligatorio para entrar al campo.

Maneja un carrito de golf, de esos pequeños como caponeras elegantes, y así se traslada a lo largo y ancho del campo con sus dos alumnos de ojos “chinos” aún adolescentes, que se presentan como coreanos.

“La vida te da sorpresas…”

Hace 11 años, Yader era un chavalo de 19 años, su meta era terminar la carrera de economía y seguir jugando en el campo de Don Bosco como short stop en la selección de menores.

Tal como dice la canción “La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida” a Yader, que creció en las cercanías del lujoso Country Club Nejapa, su vida le daría un cambio. O lo tomaba o lo dejaba.

Un día, Yader se levantó como todas las mañanas pero su misión era conseguir dinero para el bacanal que se daría en la popular disco de ese entonces, la “Lobo Jack”.

“No había plata”, recuerda Yader. Pero la solución estaba en el Torneo Centroamericano de Golf que se realizaba ese fin de semana en el Club Nejapa. Yader y sus amigos se dirigieron al lugar.

Poco a poco se iban alejando de las calles polvosas y de humildes casas del barrio de Los Vanegas y se acercaban al Country Club, donde entraban y salían lujosos vehículos, jardines siempre verdes, canchas de tenis y el exclusivo campo de golf. Una maravilla ante los ojos de los chavalos que crecieron tan cerca y tan lejos de ese espacio.

Le dieron el trabajo de “caddie”, un nombre elegante le sonó a Yader.

Ese día recorrió el campo por casi cinco horas cargando los palos de alguien que ni conocía. Ese era el trabajo, con el que logró 400 córdobas. Suficiente para la fiesta de esa noche.

“Si no ha sido por mi mamá no me levanto al día siguiente. Pero me hizo ver que había adquirido un compromiso y debía terminarlo, si luego ya no quería regresar era decisión mía”, recuerda Yader, quien regresó al campo y decidió quedarse.

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Conociendo a la estrella

Ivo Cuculiza era un nombre que no sonaba para nada en la vida de Yader, hasta que le propuso aprender golf y Yader aceptó. “La propuesta era que me enseñaría y yo le cargaría los palos, por él se encendió en mí la chispa de este deporte”, recuerda Yader.

Como caddie pasó cuatro años, lo que le permitió conocer el campo como la palma de su mano. “Es cansado, sobre todo si estás con un jugador no tan bueno… cuando al caddie le toca un excelente jugador recorres el campo más rápido”, dice Yader.

Luego con el instructor venezolano Jesús Eduardo González, “mi maestro” destaca Yader, pasó tres años como asistente, aprendiendo de golf, jugando y amando este deporte. Y entonces vino la propuesta de convertirse en un asistente profesional, la que no dudó en rechazar.

“Con el apoyo de los miembros del club y otros socios que aportaron dinero para mi viaje, logré cumplir este sueño de profesionalizarme”, valora el joven, quien viajó en febrero del año pasado a Estados Unidos para cumplir con los exámenes requeridos. Antes tuvo que estudiar inglés, clases que también pagaron sus padrinos.

Después de todas las pruebas un torneo final definiría si Yader sería profesional. Obtuvo el segundo lugar. Ser profesional del golf fue su decisión por la que tuvo que dejar la carrera de economía en segundo año.

Casado y con dos hijos, un niño de 10 y una niña de 6 años, Yader apunta a mostrarles el golf, aunque le divierte ver cómo prefieren jugar beisbol. “Ya tendrán tiempo para conocer el golf como lo hice yo”, cree Yader, quien lleva oficialmente cinco años trabajando para el Club Nejapa, un trabajo que sueña hacer el resto de su vida.

La Prensa Domingo Golpe suerte archivo

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