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Las hiedras y las veraneras

Estuvo lloviendo durante 98 semanas. La Luna se puso tan alto en el cielo que pensé que la gente había desaparecido y que solo existía la masa de sus sombras.

Para León de la Torre y Clarisa

Estuvo lloviendo durante 98 semanas.

La Luna se puso tan alto en el cielo

que pensé que la gente había desaparecido

y que solo existía la masa de sus sombras.

Desaparecieron las nubes en el cielo,

desaparecieron los lugares para anidar

y el agua de los ríos se congelaba con la lluvia,

lo mismo pasaba con los dientes de los cocodrilos.

Entonces sembré hiedras, veraneras, araucarias, cipreses,

primorosas y limones en el patio de mi casa

y empecé a vivir como un místico solo para mí, aislado de todo.

La hiedra creció agresiva en las paredes y el techo de la casa

y se enroscó en los barrotes de las verjas de las ventanas.

Las veraneras rojas, lilas y blancas, taparon los vidrios

para espantar la luz con la belleza de sus hojas y sus flores

y crearon sombras íntimas y manchas de tigre en la oscuridad/

de la noche.

Entonces la hiedra, las primorosas y los limoneros

empezaron a crecer adentro de la casa

y las enredaderas germinaron inmensas, como las flores/

de la Georgia O’keeffe,

en los sillones, en las mesas, en las lámparas, en los techos,

en las paredes,

al lado de las serpientes, en las camas, en las bocas y los ojos/

de los retratos,

del techo para el piso, en los roperos en los zapatos, en las/

bacinillas,

y ahí fue donde me di cuenta que las hiedras y las veraneras se habían plantado en mi casa con instinto asesino:

La hiedra y las veraneras rojas, lilas y blancas,

crecieron en mi cama como unas amantes salvajes

que ahora rodean con fuerza cada pedazo de mi cuerpo

haciéndome prisionero,

y alimentándome con flores y hojas deliciosas

que cambian de sabores y colores todos los días.

Solo las araucarias y los cipreses mantuvieron igual su tamaño /

de gigantes.

Voy a morir.

Hay otro mundo afuera turbio y peligro

soy ya no lo quiero ver.

Ahora agonizo en la belleza de la hiedra y las veraneras.

No quiero que venga la muerte,

solo quiero agonizar eternamente.

Cultura Francisco de Asís Fernández hiedra veraneantes archivo

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