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El gigante que nunca duerme

No se puede hablar en chiquito cuando el tema es el Oriental. ¿Cómo hacerlo? Si aquí se mueve entre el 25 y el 30 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país, según cálculos de Augusto Rivera, gerente del mercado. Es decir que, anualmente, unos 1,800 millones de dólares circulan de mano en mano en este centro de compras.

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Por Amalia del Cid

No se puede hablar en chiquito cuando el tema es el Oriental. ¿Cómo hacerlo? Si aquí se mueve entre el 25 y el 30 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país, según cálculos de Augusto Rivera, gerente del mercado. Es decir que, anualmente, unos 1,800 millones de dólares circulan de mano en mano en este centro de compras.

Pasan por los galerones y calles donde diariamente se producen más de 100 mil platos de comida, y por la lujosa zona uno, donde el derecho a un tramo vale por lo menos 150 mil dólares. Recorren la zona tres, entre carnes, verduras y frutas de temporada. Viajan en los carretones de los vendedores ambulantes. Se convierten en zapatos, cajetas, quesillos, porras, hamacas, velas y todo eso que los nicas son capaces de elaborar y vender. Son cargados y descargados cada madrugada ahí en el sector de El Novillo, cuando los camiones llegan con su tesoro de plátanos, naranjas y sandías, y los comerciantes, lámpara en mano, buscan la fruta fresca que ofrecerán durante el día.

Hace poco más de 70 años, allá en 1940, el Oriental ya era centro de descargue. Pero la mercancía llegaba en carretas y el mercado, recién nacido, apenas ocupaba una manzana de tierra, recuerda Onofre Guevara, periodista y escritor nicaragüense. “No era bonito. Tenía construcciones tipo vivienda, de taquezal. Y en el centro un portón que daba al patio en que descargaban las carretas”, cuenta.

El éxodo

¿Y cómo se convirtió ese mercadito en el motor de la economía de todo un país? La respuesta está en 1972. El terremoto acabó con el mercado Central y el San Miguel, así que todos esos comerciantes huérfanos de tramo migraron hacia el Oriental, relata el historiador Bayardo Cuadra.

Además, miles de managuas se hicieron comerciantes a fuerza, porque el sismo los dejó en el desempleo y necesitaban poner pan en la mesa. Hallaron sitio en un rincón o en alguna acera cercana al mercado, y hoy se les encuentra, siempre atareados, en sus tiendas y “caramancheles”. Si se les estimula un poco, van deshilando sus historias, vuelven los ojos al pasado y hablan, siempre hablan, del terremoto.

Hoy los comerciantes que pueblan el Oriental son alrededor de 20 mil, agrupando fijos, eventuales y ambulantes. Pero, si se agregan despachadores, guardas de seguridad y cargadores, las cuentas apuntan a que al menos 50 mil personas laboran de forma directa en este mercado, considerado el más grande de Centroamérica.

Pero no solo es un mercado. Es la casa de esos miles de nicaragüenses que trabajan de día y de noche, bajo sol o lluvia y hasta en días feriados, para sostener su economía y, de paso, contribuir a la del país. Tiene iglesias y prostíbulos, cantinas y clínicas, cine y escuelas, dos CDI que albergan a unos 300 niños y casas de habitación que se han quedado atrapadas entre tiendas. Sin embargo, de alguna forma, en medio de la vorágine siempre se escucha clarito ese ¿Qué vas a querer, amor? Bienvenidos al mercado Oriental, el gigante que nunca duerme.

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La Prensa Domingo gigante Oriental archivo

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