El 30 de agosto de 2009, el cumplirse el 40 aniversario de la revolución libia y la permanencia de Muamar Gadafi en el poder, la señora Rosario Murillo saludó calurosamente en su portal electrónico, en nombre del FSLN y del gobierno de Daniel Ortega, lo que calificó como “los logros, victorias del pueblo libio, donde se ha desarrollado un modelo extraordinario de poder para el pueblo, un modelo de democracia directa”. Y agregó que “es un modelo que catalogamos de libertades individuales, que parten del hecho de que el pueblo organizado en los Congresos del Poder Popular ejercen ese poder para decidir sobre las transformaciones que se llevan a cabo y que garantizan justicia y paz social en ese país”.
Aquella cálida identificación del régimen orteguista, con lo que era el poder absolutista de Gadafi en Libia, hay que tenerla en cuenta al analizar las leyes que están aprobando y las acciones gubernamentales que se están ejecutando en Nicaragua, como por ejemplo la triplicación del número de concejales en los municipios de todo el país, la supresión de hecho de la autonomía municipal y el sesgo que se le está dando al contenido del Código de Familia para convertirlo en un instrumento de los llamados Consejos del Poder Ciudadano (CPC). Esas leyes y medidas del orteguismo, que como dijimos en otra ocasión serían un disparate en un sistema democrático, son fundamentales en el plan orteguista para desmantelar las instituciones de la democracia republicana y sustituirlas con los mecanismos y organismos del Poder Ciudadano o la democracia directa, que no son más que nuevos nombres del viejo régimen totalitario.
En realidad, lo que se pretende es implantar un nuevo modelo de Estado inspirado en la confusa teoría que Muamar Gadafi llamó “tercera doctrina mundial” resumida en su famoso Libro Verde . En este compendio de la doctrina gadafista, que para el orteguismo es como un modelo, se plantea la creación del “Estado de masas o democracia directa” que sustituye la democracia representativa liberal a fin de dar cabida a una conexión populista sin intermediarios entre el pueblo y el caudillo del Estado, que en Libia era Gadafi y aquí es Daniel Ortega y después seguramente será Rosario Murillo.
Se pretende hacer desaparecer las instituciones del Estado democrático de derecho o absorberlas por los tentáculos del poder central. Incluso la religión debe formar parte del nuevo establecimiento político de poder ciudadano o democracia directa, lo mismo que la familia y la tribu, a las que Gadafi dio en Libia un nuevo rol subordinado a la Jamahariya o Estado de las masas. Gadafi, durante muchos años tuvo éxito en la imposición de su arquitectura social totalitaria, gracias a la inmensa riqueza petrolera que le permitía financiarla. Lo cual es, a su modo, lo mismo que ahora pretende hacer en Nicaragua la pareja Ortega Murillo, aprovechando el cuantioso financiamiento de Hugo Chávez.
La verdad es que está claro a dónde quiere llevar al país el orteguismo con su “poder ciudadano” y qué significa en realidad la “Nicaragua cristiana, socialista y solidaria” que está construyendo poco a poco e impunemente el régimen orteguista. Esto no lo ve solo quien no quiere verlo.
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