VOTAR O NO VOTAR
Si las elecciones municipales llegan tal cual estamos, yo no voy a votar. Dejó de tener sentido. Así como están las cosas, Roberto Rivas y su grupo pueden anunciar desde ahora los resultados de noviembre. ¿A cómo la va a llevar marchante? ¿De 60, 80 o 100 por ciento la quiere? Y no me vengan con el cuento de que no votar favorece al orteguismo, porque hasta ahora nadie me ha demostrado que votar con este Consejo Supremo Electoral tenga alguna utilidad si ni siquiera toman en cuenta los votos.
FRACTURA
La verdad es que las elecciones son un proceso fallido en Nicaragua. Los votos ya no deciden a las autoridades, porque la “votación” es un proceso totalmente divorciado de la “elección”, de tal forma que a los ciudadanos nos han dejado el derecho a votar, es cierto, pero nos han quitado el derecho a elegir que es lo que le da sentido al voto. Hay una fractura. Entonces, si seguimos votando para no elegir, solo seguiremos asumiendo el papel de tontos que nos han asignado.
MÁS DE LO ESPERADO
Poco después de las desastrosas elecciones municipales del 2008, le pregunté al alto dirigente orteguista, cuyo nombre no podría decir porque fue a condición de “ off the récord ”: ¿Van a insistir en mantener a Roberto Rivas en el Consejo? “Lo veo difícil”, me dijo, “pero vamos a pelearlo hasta el final”. Y si queda, ¿veremos otras elecciones como las municipales? “No, qué va. Esa era una prueba. Eso ya no podríamos repetirlo porque ardería Nicaragua”. El asunto es que se mantuvo a Roberto Rivas en el Consejo Supremo Electoral y montaron un fraude similar o peor que el del 2008. Y Nicaragua no ardió. En resumen, el mismo Frente Sandinista superó sus propias expectativas.
CAZADORES
Algo raro, o por lo menos sospechoso, resulta cuando un par de policías, que ni siquiera son de Tránsito, se colocan en algún lugar estratégico para atrapar infracciones. Generalmente lo hacen en los lugares donde, por el mismo diseño de Managua, los conductores despistados tienden a invadir carril por lo cerrado de la esquina. Más sospechoso se vuelve aun, cuando de entrada el policía acusa de “invadir carril”, y advierte que esa es una de las infracciones más caras. “Cuatrocientos córdobas”, subraya con una sonrisita. Y sigue el ritual. Dan largas al asunto, y si no hay propuesta de negociación, viene la multa o, en el mejor de los casos, un “váyase y ande con más cuidado”. Es tan fácil identificar a estos “cazadores” que uno no se explica cómo sus jefes no se enteran. ¿O sí?
VISTA GORDA
Los mandos de la Policía deberían estar ciegos y sordos para no darse cuenta que el soborno o “mordida” ya se ha establecido como una forma de liberarse de las multas de Tránsito. Yo, por principio, jamás he sobornado a un policía, pero la gran mayoría de conductores que conozco lo han hecho en alguno u otro momento. Se ha vuelto una práctica habitual que ya no escandaliza a nadie. Y la Policía, como institución, se ha vuelto cómplice al hacerse de la vista gorda y por la falta de controles para evitar que haya agentes que complementen sus salarios con esta práctica.
LUZ ROJA
El punto al que quiero llegar es que hay comportamientos sospechosos o antiéticos que deberían encender las alarmas en la Policía antes de que se conviertan en faltas o delitos. No puede justificarse solo porque la ley no lo prohíbe. Es cierto que un policía tiene la autoridad para multar en cualquier momento, o que un comisionado puede tener los amigos que quiera, pero la luz roja debería encenderse cuando ese policía deja de patrullar para ponerse a cazar infracciones en un punto que ni se le ha asignado ni es de mayor peligrosidad. Igualmente cuando esas amistades son personas que posiblemente puedan usar esas amistades con jefes policiales para ganar impunidad o peor todavía, usar a la Policía para la comisión de delitos.
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