EFE/VIDA
Misógino, torturador, antisemita, genocida y hasta pedófilo son algunos de los adjetivos que definen al general Aladeen, el tirano norteafricano al que encarna Sacha Baron Cohen en El Dictador y con el que lleva un paso más allá su provocación después de Borat y Bruno.
“Por suerte todavía hay quienes apoyan a los dictadores; en nombre de mi buen amigo y colega, el presidente Bachar al Asad, quiero agradecer a la ONU su valiente inacción en Siria”, ha dicho en una conferencia de prensa en Nueva York un Baron Cohen atrapado todavía en el personaje que interpreta en esta comedia, que se estrena hoy en Estados Unidos, Reino Unido y otros 11 países.
Con una densa barba negra, gafas oscuras y un uniforme cubierto por un sinfín de condecoraciones, el actor y cómico británico da vida en El Dictador al déspota de la nación ficticia de Wadiya, una figura que “bebe” de dirigentes como el egipcio Hosni Mubarak, el iraní Mahmud Ahmadineyad o el libanés Muamar Gadafi.
La cinta, escrita por el propio Baron Cohen junto con Alec Berg, Jeff Schaffer y David Mandel, quienes también producen la película, es a juicio de Kingsley una “sátira política perfecta” y asegura que fue concebida por sus creadores dos años antes de que estallara la llamada “primavera árabe” en el Norte de África.
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