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Los asaltos se han calmado, dicen los taxistas, pero ha sido en parte porque “los taxistas nos hemos aprendido a defender”, dice don Santiago Flores, presidente de la cooperativa de taxis Profesionales del Volante. LA PRENSA/U. MOLINA

¡Taaaxiii!

Neemías Gaitán es un experto en el volante, lleva 35 años taxeando y a diferencia de lo que la mayoría piensa de estos profesionales, él sí sabe conducir. Esto lo defiende a capa y espada. “No soy un taxista del montón”, asegura. A sus 70 años ha visto como la profesión se viene transformando, así como en su rostro descubre una arruga nueva cada mañana, él descubre al nuevo taxista de la ciudad.

Por Róger Almanza G.


Pedir  rebaja es uno de los hábitos más comunes entre los usuarios de taxis en la capital. LA PRENSA/ARCHIVO

Neemías Gaitán es un experto en el volante, lleva 35 años taxeando y a diferencia de lo que la mayoría piensa de estos profesionales, él sí sabe conducir. Esto lo defiende a capa y espada. “No soy un taxista del montón”, asegura. A sus 70 años ha visto como la profesión se viene transformando, así como en su rostro descubre una arruga nueva cada mañana, él descubre al nuevo taxista de la ciudad.

“Antes era diferente. Era una profesión que se disfrutaba. El taxista era un hombre respetuoso y sobre todo decente”, dice Neemías.

En el año de 1976 Neemías comenzaba en el negocio de taxista. Se vestía “catrincito” para ganar más clientes. “Al cliente siempre le va a gustar andar con un conductor de buena apariencia, nada que ver con muchos de ahora, que hasta en short y chinelas salen a trabajar”, dice Neemías.

Qué tiempos aquellos que para Neemías llegar a casa con 15 pesos era suficiente para su familia. De ahí compraban la comida del día y apartaban para los gastos. Lo mejor es que podía taxear a cualquier hora y los clientes no se rebuscaban. Así al cálculo recuerda que no había ni mil unidades en el negocio para ese entonces.

“Era cómodo, no te estresabas, entre los mismos taxistas te ayudabas si te quedabas en la calle, había amabilidad y compañerismo”, recuerda Neemías, quien añora esas calles donde no se te “jodían” las llantas ni se te atravesaba la gente por capear tumultos de basura en los andenes.

Treinta y cinco años después de aquellas imágenes de Neemías, pero en la misma ciudad, en Managua la cifra oficial de taxis suma las 12 mil unidades, pero no hay un solo taxista que confirme este dato, todos aseguran que son muchos más.

LA NOCHE

Después de las diez de la noche es un buen momento para taxear. Daniel, quien prefiere no identificarse porque le da miedo que los delincuentes lo ubiquen, aprovecha estas horas para hacer recorridos a sus clientes.

Don Neemías Gaitán aún recorre las calles de Managua en su taxi  y asegura que “no hay ningún punto de comparación a como era el negocio de taxear, durante los años setenta cuando inició y ahora”.      LA PRENSA/U. MOLINA

Para el taxista de ahora, el contar con sus “carreras fijas” es lo que resulta.

“A como está de cara la gasolina no podés andar de arriba a abajo. Es mejor hacerte de clientes que necesiten traslados”, asegura Daniel. Tiene 28 años y solo cinco de andar en la jugada, cree que es un negocio que puede resultar bueno, sin embargo no tiene con qué comparar, como Neemías, el nostálgico taxista de los años setenta.

En su recorrido nocturno no le hace caso a ninguna mano que le indique en el camino una parada. Va por dos clientas que lo están esperando desde hace 15 minutos. “Estas clientas me pagan bien y no andan con mates de pedir rebaja”, dice Daniel.

Llegamos a la calle por donde fue el club nocturno de Polanco. Cerca de ahí están las dos mujeres. A pocos metros Daniel las reconoce. Una de ellas, la de jeans negro totalmente ajustado y de chaqueta blanca, no para de chatear en su celular, mientras que la otra, vestida de jeans blanco y unas plataformas que le dan al menos 4 pulgadas más de estatura, solo se ríe, quizá de la conversación cibernética que tiene su amiga.

Una buena fiesta las ha de esperar pues el perfume se impregna en el taxi cuando se montan y se acomodan en el asiento de atrás. Su destino es la zona de un famoso casino en Carretera Masaya. Aquí las dejó Daniel. La paga de 300 córdobas es la primera de la noche, una carrera lo suficientemente buena, asegura.

“Son prostitutas, estas mujeres son las mejores clientas, además que son tranquilas son moridoras, ellas pagan bien y a veces hasta te invitan a salir después de su turno, y ellas pagan”, cuenta David que antes de dejarme pasa por el complejo de edificios en Ofiplaza El Retiro para recoger a otras dos mujeres, pero estas son trabajadoras de un centro de llamadas.

TIEMPOS AQUELLOS

Los asaltos se han calmado, dicen los taxistas, pero  ha sido en parte porque “los taxistas nos hemos aprendido a defender”, dice don Santiago Flores, presidente de la cooperativa de taxis Profesionales del Volante.  LA PRENSA/U. MOLINA

La nostalgia toca también los corazones de otros taxistas como Santiago Flores, quien además es el presidente de la Cooperativa Profesionales del Volante, fundada en 1967 es quizá la cooperativa más vieja de este gremio.

“Este es un trabajo dinámico pero es muy peligroso”, dice Santiago a pesar de que la oleada de asaltos a taxistas ya no suene tanto en los medios de comunicación.

Julio García es miembro de esta cooperativa y ha taxeado 47 años de sus 60 de vida. Ha sido víctima de 13 asaltos y las heridas de cuchilladas en su cuerpo están aún visibles para confirmar sus historias.

“Cuando yo comencé era tranquilo. Montabas con confianza a cualquier pasajero. Hoy esto se ha vuelto un caos y lo peor de todo es que también ahora taxean un montón de delincuentes y esto no lo podemos negar”, dice don Julio.

Neemías recuerda que en sus tiempos un asalto en taxi era algo que sorprendía y lamenta que ahora casi se ve como normal. Hace un mes lo asaltaron y aunque no lo golpearon, el susto fue suficiente para replantearse si es buena idea continuar en el negocio.

“Sumado a la inseguridad, el taxear es un negocio que ahora solo te da para la comida del día y esto sí fue un buen turno”, asegura Neemías.

En la cooperativa Profesionales del Volante no hay un solo conductor que no haya pasado por un asalto y la mayoría lamenta que la Policía agarre y suelte a los delincuentes.

A pesar del intento de conseguir cifras oficiales de la Policía Nacional de asaltos a taxistas o robos en taxis, no fue posible.

Pero son los mismos taxistas los que identifican en qué lugares es un atentado entrar a ciertas horas, un mapa que les ha dado el compartir sus experiencias de asaltos.

La lista la corona el barrio Jorge Dimitrov y le sigue Cristo del Rosario, Jonathan González, Isaías Gómez, el barrio Arnoldo Alemán y la zona sur de Loma Linda además del barrio Georgino Andrade. Esta lista los taxistas la tienen siempre en mente. Aquí si entran por algún pasajero lo más seguro es que salgan a toda velocidad y sin ni siquiera pensar en detenerse ante las personas que les hacen seña de parada.

EL NEGOCIO

El desorden del transporte selectivo en Managua puede que no sea solo culpa de la actitud de algunos taxistas en pretender adueñarse de las carreteras. También afecta, según aclara Santiago Flores, “el gran desorden en las cooperativas”.

Tan solo en Managua se contabilizan 220 cooperativas de taxis, pero de estas solo 148 están legalizadas. El resto, 72 cooperativas, “hacen lo que quieren en el negocio”, afirma Manuel.

¿Qué significa esto?, de acuerdo a la explicación de Manuel, no se puede saber quiénes son los dueños de las unidades de taxis de cooperativas no legalizadas. Esto afecta la seguridad en el negocio. “No podríamos saber si es dentro de estas 72 cooperativas ilegales que están taxeando los delincuentes, tampoco están respetando los horarios que se establecieron por turnos a los taxistas y esto afecta nuestros ingresos”, dice Manuel.

En promedio un taxista logra hacer por turno entre 600 y 800 córdobas, en los días comunes. Pero a esto le restan al menos 300 córdobas en combustible por turno, y si se está pagando el carro podría ser una cuota de 200 o 250 córdobas la que debe restar. “Con lo que nos puede quedar estamos quietos”, dice Manuel.

Es por ello que la rebusca en el negocio está en los clientes fijos.

“El taxista que depende de su carro jamás tendrá plata suficiente para estar cómodo… la mayoría de taxistas somos hombres pobres con todas las necesidades que pasa una familia pobre, hasta tenemos compañeros que viven en unas condiciones que dan pesar”, dice don Julio, el hombre cuyas historias de conquistas femeninas en sus años mozos contaban hasta 20 al día, aunque sus colegas no le den crédito a esta sumatoria.

¿Que si es cierto que el taxista es bueno a las mujeres? todos ríen al escuchar la pregunta, mientras don Julio afirma que sí.

Quizá ahora los jóvenes taxistas corran con esta “suerte” aunque no se parezcan en nada a como fuimos nosotros los viejos taxistas, dice don Julio.

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La Prensa Domingo capital carreras Taxi archivo

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