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En homenaje a las madres nicaragüenses

Editorial: En homenaje a las madres nicaragüenses

En una sociedad históricamente dividida y polarizada, como es la de Nicaragua, uno de los pocos rasgos de identidad común es la celebración del día de las madres. En realidad, independientemente de las críticas que se hacen a la mercantilización del día de las madres, y de la frase común de que no solo el 30 de mayo sino todos los días deben ser dedicados a la madre, esta es una celebración que identifica y motiva a toda la sociedad nicaragüense.

El gran poeta, periodista y escritor estudioso de la identidad nacional, Pablo Antonio Cuadra (PAC, 1912-2002), cuyo centenario se celebra este año, escribió en su célebre obra El Nicaragüense que “El día de la Madre —que antes no existía sino vinculado a fechas y símbolos religiosos— fue establecido por una hábil explotación comercial y publicitaria del más excitable sentimiento de nuestro pueblo. Hoy se ha convertido ya en una fecha mítica, con sus propios símbolos floridos y es, después de las Fiestas Patrias, la que más provoca esa literatura sentimental típica de las situaciones inestables, ambiguas y angustiosas”.

“Gran madre la nicaragüense —escribe PAC en El hombre: un Dios en el exilio, otra de sus obras emblemáticas— que ha soportado por siglos la carga más pesada de la economía familiar, matándose por sacar adelante a su prole y por levantar su nivel cultural y social. Se cuentan por miles nuestros profesionales, nuestros artesanos y obreros especializados, cuyo éxito profesional o técnico tiene como base el sacrificio anónimo y heroico de una madre abnegada”.

Pero además de que las madres nicaragüenses han soportado siempre la carga doméstica más pesada, como dice PAC, ellas tienen que enfrentar también el asedio a la familia — que es su castillo y fortaleza—, intensificado últimamente con la pretensión de imponer y legalizar como matrimonio la unión sexual entre personas del mismo sexo, con lo cual se despojaría de su contenido al sagrado vínculo matrimonial, de su función esencial que es la procreación y crianza de los hijos en una familia constituida por hombre con mujer.

Sin embargo, como también lo dejó dicho PAC en la antes citada obra El hombre: un Dios en el exilio , “La realidad de la familia no se puede saltar con frases deleznables. La familia es la primera célula del ‘nosotros’ humano. Toda la sociedad depende de ese primer ‘nosotros’ y del amor que se le inyecte a esa unidad plural. ¡Cuántas dictaduras, cuántas guerras, cuántas atrocidades contra el hombre, contra sus libertades y derechos han nacido de una deformación resentida o carente de amor de ese ‘nosotros’ inicial…”

“Los que se ríen de la familia —sentenció sabiamente PAC–, los que imitando frases insensatas la llaman ‘institución burguesa’, deberían bajarse de sus pobres utopías y poner el oído sobre la realidad inefable del balbuceo de un niño. Las primeras sílabas del niño al nombrar a sus padres levantan las columnas de su primer templo al amor. Son tristes las consecuencias cuando derribamos esa columnas”.

Editorial Opinión
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