La manopla de Iván Marín, es tan buena que resiste ser comparada con cualquiera de cualquier época. Su problema, es que no bateaba. Sí, no bateaba, porque ahora lo puede hacer y muy bien.
Colocado en el shortstop de los Tiburones, desde donde Bayardo Dávila se erigió como el mejor torpedero de la última generación, Marín ha abierto muchos ojos por la suavidad de sus manos y la precisión de sus maniobras.
Pero lo más sorprendente, además de descubrir que ahora sabe manejar el bate, es que se ha convertido en un estupendo robador de bases, cuyo ritmo, podría llevarlo incluso, a establecer un nuevo récord en este rubro.
Su salto es espectacular. Marín tenía 33 robos en sus primeras seis campañas en el beisbol. Ahora acumula 39 asaltos solo en esta y con 27 juegos pendientes de la segunda etapa, parece colocado en ruta a una nueva marca en bases estafadas.
Para situar en perspectiva lo que Marín está haciendo, hay que recordar que no se tiene un robador de 40 bases desde 1991, cuando Sandy Moreno se estafó 45 con los Dantos, un año después de su récord de 59, aún vigente.
Con 39 robos, Marín, superó el esfuerzo colectivo de 10 de los 16 clubes que actuaron en la primera vuelta. Chontales robó 15 bases, Jinotega 21, Boaco 21, Estelí 22, Río San Juan 23, Nueva Segovia 26, Madriz 27, León 30, Bóer 32 y Carazo 35.
Estamos en presencia entonces de un muchacho de 23 años que batea .285, pero con .398 de porcentaje sobre las bases, que ha mejorado su vista, es más selectivo y tiene mayor disciplina en el plato. Mejoró además su técnica al robar y se volvió agresivo.
Lo que le faltaba a Marín, lo ha conseguido ahora.
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