Pedro J. Chamorro B.
Adolfo Calero Portocarrero, sin ser ni haber pretendido ser de los muertos que nunca mueren, es de los muertos que siempre deben ser recordados por su gesta heroica en un momento en que el devenir de la patria dependía de un puñado de hombres, que unidos bajo su liderazgo y perseverante esfuerzo, se transformaron gradualmente en un formidable ejército de la Resistencia Nicaragüense contra las desviaciones totalitarias de la Revolución Sandinista.
Pudo el empresario Adolfo Calero permanecer cómodamente embotellando Coca Cola en una fábrica de Managua contiguo al diario La Prensa, pero su formación democrática y su amor a la Patria lo llevó al exilio en 1983, convencido de que las puertas de la lucha cívica en Nicaragua estaban cerradas y no cabía otra alternativa que la lucha armada.
Pedro J. Chamorro B. Fue así que formó, junto a otros notables líderes civiles como Indalecio Rodríguez Alaniz, Lucía Salazar, Alfonso Callejas Deshón, Marcos Zeledón, Arístides Sánchez Herdocia, el primer directorio civil de la Contra, que contaba con una formidable organización militar insurgente y se conoció como Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), al frente de cual estaba el coronel Enrique Bermúdez Varela, quien fuera otro pilar de la Contra.
Calero era un hombre afable pero firme y claro en sus expresiones, que jamás pudo haber sido confundido con un dictador en ciernes y además de sus convicciones democráticas, su honestidad a toda prueba le valió la confianza y el apoyo del Gobierno de los Estados Unidos.
Podría decir que fue Adolfo el que me reclutó a la Contra cuando en 1986 se dio una crisis a lo interno del directorio civil llamado entonces Unidad Nicaragüense Opositora (UNO) que estaba compuesto por Arturo Cruz Porras, Alfonso Robelo Callejas y el propio Calero que era la dirección suprema de todas las fuerzas rebeldes del norte y del sur, a excepción de los grupos minúsculos Bloque Opositor del Sur (BOS) y ARDE de Edén Pastora.
La contradicción entre el doctor Cruz y Calero amenazaba con romper la unidad del directorio y terminar con el apoyo del Congreso norteamericano. Cruz amenazaba con renunciar al directorio y ante esta situación fue Adolfo Calero el que puso su renuncia para evitar la desintegración y el caos, proponiéndome a mí como su sucesor.
Los dos miembros restantes del directorio de la UNO y todos los comandantes de Fuerza Democrática Nicaragüense, fuerza rebelde mayoritaria, apoyaron unánimemente mi nombramiento y es así que me incorporo al directorio de la UNO, que más tarde se transformó en Directorio de la Resistencia Nicaragüense, con la novedad que se incorporó el BOS y Yatama.
Esa confianza que depositó en mí Adolfo en aquellos momentos álgidos jamás fue traicionada y más tarde en 1987, lideré las negociaciones de unidad que se dieron para la conformación de la Resistencia Nicaragüense en cuyo directorio entró nuevamente Calero, Azucena Ferrey, Alfonso Robelo Callejas, Arístides Sánchez, Alfredo César Aguirre y yo.
Este directorio de seis se conformó por corrientes políticas. Y cuando Adolfo Calero y los que conformábamos el directorio nos percatamos de que la guerra estaba estancada, que ni un bando ni el otro podían imponerse y que los aires de paz y democracia soplaban por Centroamérica con el Plan de Paz de Esquipulas II, fue cuando se dieron las negociaciones directas en Sapoá y poco después, las tres rondas de negociaciones en Managua.
La firma de los acuerdos de Sapoá permitió a Nicaragua salir de la encrucijada de la guerra fratricida y abrir las puertas de la paz, la democracia y la libertad por las que tantos combatientes dieron sus vidas.
Quiero reconocer aquí en memoria los méritos de un hombre que cuando llegó el momento, supo hacer la guerra con valentía y convicción de hombre libre, y que supo también reconocer el momento de buscar la paz, sin pretender nunca nada para sí, aún cuando pudo haber reclamado una cuota de poder. ¡Descanse en paz, comandante Calero! El autor es diputado de la Bancada Democrática y exdirector de la Resistencia Nicaragüense.