Wendy Álvarez Hidalgo
Solo el discurso ideológico diferencia a la iniciativa Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) del Acuerdo de Asociación (AdA) con la Unión Europea (UE) y el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos (DR-Cafta, por sus siglas en inglés). En lo comercial los tres tienen un interés en común: benefician a los poderes económicos tradicionales, principalmente a la gran empresa.
A esta conclusión llegó la investigación El Acuerdo con la Unión Europea y el Alba, de la investigadora Gloria Carrión Fonseca, quien durante un año desmenuzó cada palabra y letra que contienen los documentos constitutivos del AdA y el Alba. También logró entrevistas con altos funcionarios de Albanisa, pero que solicitaron no ser citados. Hay mucho secretismo, reconoce la investigadora.
En aspectos teóricos el Alba sí podría ser un agente transformador en Nicaragua, plantea la investigadora, principalmente en las clases pobres y la cadena productiva del campo, pero en la práctica se aleja de su planteamiento en papel.
Carrión, cuya investigación contó con el apoyo de Nitlapan y la Universidad Centroamericana (UCA), señala que durante los primeros pasos del Alba en Nicaragua sí hubo una alianza con las clases sociales y productivas pobre, que dio un giro de timón en 2008.
REVÉS
Una fuente ligada a Albanisa explicó a Carrión ese revés así: “La última decisión sobre si la alianza con los movimientos sociales era un proceso por el qué apostar o si iba a causar problemas, la tuvo Rosario (Murillo). Al final se mantuvo el discurso de que las organizaciones sociales son débiles, no tienen mucha capacidad de gestión, no manejan bien la plata y sus bases tienen un nivel educativo muy bajo. Como este es un proceso a largo plazo lo que se necesitaba era un proceso corto, yo supongo que por eso se sacrificó la alianza con los movimientos sociales. El Gobierno optó entonces por el modelo productivo que ofrece el Cosep”.
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