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El ángel de los perros callejeros

En sus recuerdos de infancia siempre hay un perro acompañándola. De raza pequeña o muy grandes, los fieles amigos del hombre compartieron lugar en su casa, donde creció con su familia en Honduras.

Por Róger Almanza G.

En sus recuerdos de infancia siempre hay un perro acompañándola. De raza pequeña o muy grandes, los fieles amigos del hombre compartieron lugar en su casa, donde creció con su familia en Honduras.

Incluso, años después cuando le tocó viajar a Estados Unidos seguiría conviviendo con perros como mascotas y actualmente en Nicaragua, Marcela Zúniga se ha convertido en la mujer que alimenta a perros callejeros en el país.

Lo hace por puro amor a estos animales. Recorre las calles en su camioneta equipada con un balde pequeño lleno de alimento para perros, dos panas, un bozal y una bolsa con más alimento, por si alguno se quedó sin comer.

Tal como si se tratase de un olfato canino, Marcela identifica dónde pueden estar los perros, muchos abandonados y otros que huyeron del maltrato de sus amos.

Su misión es alimentar a cuanto perro callejero se cruce en su camino, una tarea que lleva a cabo por la mañana y por la tarde —es el tiempo que ocupa cuando va a dejar y a traer a sus dos hijos al colegio— aunque a veces sale de horario y se le ve terminando la tarde, en andenes, gasolineras y cualquier calle donde se los encuentre.

Casa albergue

Hoy su casa funciona también como albergue de mascotas, todas perros. Ya convive con cinco. Dos chihuahuas, los que rescató del hogar de un familiar, que a su parecer los maltrataba. “Hasta hoy me dice que se los robé”, comenta Marcela.

También vive con “Lolita”, que encontró en un cauce con sus crías. Al grupo se suma “Sapito”, un cachorro que reportaron desde Masaya. “Lo habían atropellado y estaba tirado en la calle, nadie lo levantaba porque tenía problemas en la piel y no lograba caminar”, recuerda Marcela, quien hoy lo ve correr y juguetear por toda su casa.

Una doberman, llamada “Tingui”, es la más pelionera, pues se cree la dueña y señora de la casa, y con razón. Tiene 15 años de vivir con Marcela y es realmente su perra, a los otros tendrá que darlos en adopción en algún momento, cuando Marcela se atreva.

Alimentar y albergar a perros callejeros es una tarea que Marcela hace desde hace tres años, el mismo tiempo que tiene de vivir en Nicaragua.

“Cuando vine a Nicaragua me sorprendió mucho y me entristeció ver tantos perros callejeros, comiendo basura y siendo maltratados por la misma gente… No es que en Estados Unidos no se vea, y quizá haya más perros abandonados que aquí, pero al menos no es tan evidente”, comenta Marcela.

Aunque es nacida en Nicaragua, Marcela vivió toda su infancia en Honduras, país natal de su padre. Fue hasta terminar el bachillerato que viajó a estudiar la carrera de diseño de interiores en Estados Unidos, donde se casó y formó una familia con dos hijos, ambos amantes de los perros también.

Su madre, nicaragüense, se mudó a esta tierra. Marcela y su familia decidieron mudarse también.

Actualmente, Marcela es directora ejecutiva de Fundación Amarte y encargada de rescate animales, un trabajo que asegura le ha traído mucha satisfacción.

Una mujer “rara”

“Siempre que me bajo de la camioneta y me ven que me acerco a darle de comer a algún perro, la gente me queda viendo rara, quizá se sorprenden demasiado por lo que hago”, cuenta Marcela, y es que a veces su misión la obliga a bajar de su camioneta en cualquier calle, incluso de tacones y elegantes vestidos. “Deben creer que estoy loca”, dice Marcela, mientras se ríe de ella misma.

No ha faltado quien crea que está loca, pero a Marcela no le importa. “Mi gran satisfacción es ver la alegría de los perritos y saber que aunque no puedo cambiar el mundo sí puedo cambiar el mundo de alguno de ellos”.

“Chinga”, una perra que por un machetazo perdió la mayor parte de su cola, fue la primera perrita que Marcela ayudó casi recién había venido al país. La encontró en una gasolinera y todas las mañanas y las tardes llegaba a dejarle comida.

Hasta que por fin, una tarde la fue a buscar porque le había encontrado hogar. El destino a veces es cruel, “Chinga” murió al ser atropellada la misma tarde que Marcela pretendía rescatarla de las calles.

“De todo he visto”…

Hace dos años Marcela iba conduciendo cuando vio que alguien tiró a un cauce una bolsa. La bolsa se movía y ella no dudó en bajar para ver qué habían tirado. A pesar que llovía y lo peligroso de la situación, Marcela abrió la bolsa y descubrió a una camada de cinco cachorritos. “Los llevé con una amiga veterinaria. Solo dos murieron”, cuenta Marcela.

Hoy la perrita “Huesita”, rescatada de una calle de Managua, está siendo rehabilitada. Su nombre responde a la apariencia que tenía cuando la encontraron. Ahora empieza a comer y ya camina por sí sola, “ya ladra y esa es buena señal”, revela Marcela.

Uno de sus rescates más inolvidable fue el de un perro, al que presenció cómo un conductor de una camioneta atropelló. Con ayuda de compañeros de la fundación buscaron al perro que había huido del lugar. Un rescate que duró ocho horas hasta que el perro fue encontrado en un predio baldío con heridas y una patita fracturada.

Hoy la víctima, bautizada como “Canelo”, fue adoptada por una familia en Matagalpa.

Las fotos que le comparten a Marcela en su muro de Facebook son la recompensa que para ella no tiene precio. “Yo con tal que los vea felices… me encanta que me manden fotos de los perros que he rescatado”, dice Marcela, quien ya perdió la cuenta de cuántos perros ha rescatado y alimentado a lo largo de estos tres años.

“No quiero humanizar a los perros”

Su esposo, confiesa Marcela, “también me ve como loca algunas veces y me dice que veo a los perros como personas, pero no quiero humanizar a los perros, si fuese así, estoy consciente que les haría mucho daño”, dice Marcela.

Y es que su amor por los canes no es algo que le surgió de la noche a la mañana. Su padre es el responsable, asegura Marcela, quien desde niña tuvo el permiso de su papá, a escondidas de su mamá, para dormir con sus perros.

Hoy a sus 40 años asegura que es muy difícil cambiar su forma de ser y es algo que tampoco intenta hacer. “El amor que siento por los perros es tan grande que sí los siento como miembros de mi familia y siento que es mi obligación salvar y alimentar a todo perro que lo necesite”, asegura Marcela.

Marcela asegura que no le teme a los perros callejeros y que jamás ha sido atacada por alguno. Aquí con su perra Tingui.     LA PRENSA/U.MOLINA
Los dos chihuahuas que Marcela rescató de la casa de un familiar y ahora los alberga en su casa..     LA PRENSA/U.MOLINA

La Prensa Domingo angel Honduras perros archivo

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