Yo conocí el mare tenebrarum cuando me enamoré
y no supe cómo seguir caminando.
Yo subía a la superficie de la Tierra desde el fondo del cielo.
Fue cuando se abrió la roca y pude conocer el mar.
Fue cuando al golpe de mis pasos en la lava de los volcanes
crecieron rosas que me hablaron con habla humana,
cuando en el muñón de mi brazo creció una nueva mano
para escribirle poemas a los pájaros mojados por la lluvia,
cuando pude caminar sobre el mar para llegar a un mundo inalcanzable,
cuando el sudor de mi angustia provocó la crecida de los ríos
y los eclipses de la luna,
cuando en mis celos nació una villana imaginaria
que me dio de beber agua entre sueños
y me traveseó entre el anochecer y el alba.
Ella aparecía
y me decía a gritos que hay que cambiar las estrellas apagadas,
que hay que ver el mundo con los ojos de los ciegos,
porque los ciegos viven un mundo inventado,
y tienen una relación bastante loca con las líneas de la mano.
Loca como esta crema de la ola del mare tenebrarum
donde vivo con mucho dolor
que dice que mi muerte será muy breve,
y que voy a volver a nacer con la edad que tenía cuando me enamoré
y no supe cómo seguir caminando en la superficie de la Tierra.
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