14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Julio Icaza Gallard

Más allá de Escila y Caribdis

Pareciera que la respuesta al dilema de participar o no en las próximas elecciones municipales pudiese derivar de un simple análisis de costos, como hizo Odiseo en la leyenda homérica, prefiriendo acercarse al monstruo Escila y perder unos cuantos hombres y no a Caribdis, quien hubiese arrastrado la nave con todos sus tripulantes a las profundidades del mar. Si no existen dos males exactamente iguales, la solución al dilema será siempre optar por el mal menor. La dificultad estriba en nuestra capacidad para cuantificar el mal, que no siempre es una cuestión tangible y numérica, y en que los dilemas reales, a diferencia de los míticos, no siempre lo son entre el todo y una parte sino entre opciones similarmente parciales y dañosas.

Si la vida de la oposición dependiese de las elecciones municipales no habría discusión, como tampoco la hubo en la escogencia de Odiseo, quien sacrificó una parte para salvar el todo y, con ello, la continuación de la epopeya. Pero este no es el caso. Como demuestra la historia, la vida de un partido no depende de su condición jurídica sino del compromiso y capacidad de lucha de sus miembros. Si las próximas elecciones municipales no representan un dilema de vida o muerte, la decisión de participar en ellas ¿deberá entonces descansar en un simple análisis de costos y oportunidades? La naturaleza de los factores políticos elude la cuantificación de las alternativas enfrentadas. Una decisión como esta debe enmarcarse en un horizonte temporal más amplio, pues con ella no termina la historia, y estar en función de objetivos a más largo plazo. Evidentemente, se trata de tomar decisiones políticas. Sin una estrategia, estaremos lanzando monedas al aire.

Ir o no ir a estas elecciones esconde otros dilemas, realmente fundamentales. Primero, el de continuar o no con la ineficaz estrategia que hasta hoy ha seguido la oposición; estrategia de apaciguamiento similar a la seguida por la empresa privada y que, extrapolada del campo económico al político, no ha obtenido ningún resultado. Cansado de pedir un diálogo con Ortega sin obtener ninguna respuesta, Eduardo Montealegre ha reconocido, por último, lo que sería un tercer dilema, no por filosófico menos real, entre libertad y estabilidad. Luchar por la primera sin arriesgar un ápice de la segunda, es un lujo demagógico que bien puede permitirse la empresa privada, pero no la principal fuerza política de oposición.

La libertad no es una concesión graciosa de alguien, menos de un déspota como Daniel Ortega. Como decía Martí, cuesta cara y es necesario estar dispuesto a pagar el precio necesario para alcanzarla. Y más aún: una vez alcanzada debe diariamente reconquistarse.

El abandono de la estrategia de apaciguamiento y su reemplazo por una que, acompañada de acciones de presión, incluida la movilización pacífica ciudadana, ofrezca mejores resultados, no significa, como algunos se apresuran a descalificar, optar por la violencia ni mucho menos clausurar la negociación y los espacios de lucha institucionales legítimamente ganados. Pero, ciertamente, conlleva riesgos y sacrificios, que hasta hoy un sector democrático no ha querido enfrentar.

Participar en unas elecciones cuyos resultados han sido decididos de antemano, para elegir unos gobiernos locales cuya autonomía por demás ha sido vaciada de todo contenido, significará un desgaste inútil y, en el más benigno de los casos, una calistenia diversionista.

El día después de esas elecciones nada habrá cambiado, excepto la necesidad, más apremiante, de retomar la lucha por las libertades; excepto el problema agravado de restaurar la credibilidad en el sistema electoral y la vigencia de las instituciones democráticas.

El autor es jurista y catedrático universitario

Opinión Elecciones municipales Nicaragua archivo

COMENTARIOS

  1. GUICAG
    Hace 12 años

    Las ideas y estrategias políticas no se superan y cambian con similitudes mitológicas, sino con la sabiduría generada por la fuerza de los hechos. La experiencia marca las diferencias por encima de florituras literarias. El déspota que elude a su capricho el Estado de Derecho no puede pretender que la oposición cumpla con el ordenamiento jurídico burlado. O las reglas se cumplen y aplican por igual, o más vale destruir el statu quo orteguista, porque de lo contrario se enquista.

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí