Un ángel cae y es visto por un hombre.Servidor de Lucifer no me toques.
Sin obedecer sus rulos castaños, acaricia sonriendo. ¡Son de inefable suavidad!… —exclama, y viéndole desnudo, impecable, añade —déjame lamerte.
Sin resistirse el ser sumiso, acostumbrado a una paz eterna, siente como la lengua del hombre le recorre el hombro, el cuello, hasta llegar a la boca donde suavemente le muerde.
Padre —implora al fin, acosado por la fétida boca que lo husmeaba como un can— socórreme.
Un fuerte sonido se escucha entonces en la tierra, seguido de otro y de otro más.
De momento había miles de ángeles caídos, llorando y suplicando al cielo:—Ay mi Dios, cómo es posible que sucumbas, cómo es posible, ¡ay! ¿cómo ? oh eterno, que sucumbas
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